La Batalla del Zurdo

(Inspirado en Jueces 3.12-29)

El esplendor de la ciudad de las palmeras era cosa del pasado. Muchos habían olvidado ya aquella mañana cuando de una manera extraordinaria y por intervención del Dios de Israel los muros de Jericó habían caído milagrosamente al sonar de las trompetas tocadas por el sumo sacerdote Eleazar y sus hijos. Un anciano, quien para los tiempos de la caída de Jericó apenas era un niño, pero ahora atravesaba los últimos años de su vida quedaba para contar la historia. El senil pudo ver con tristeza en sus ojos como los de toda aquella generación morían uno a uno y solo quedaban unos pocos (muy pocos) y él.
Por momentos recordaba cuando era niño y retozaba en las piernas de su abuelo y aprendía las palabras transmitidas por su padre:

Oye Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es. Y amarás al Señor tu Dios de todo tu corazón y de toda tu alma y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón y las repetirás a tus hijos y hablaras de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte y cuando te levantes.

Los descendientes de aquella nueva generación no tenían el mismo corazón consagrado a Dios. Pareciera que fueron seducidos por las costumbres cananeas quienes sostenían orgías y muchas otras depravaciones a los alrededores de las tierras que por heredad le pertenecían a Israel. Fue un error grave no haber sido esforzado y valiente cuando fue el tiempo necesario; hoy, a causa de ello la nación caía en un conformismo espiritual y sufría en carne propia la desobediencia a su Creador. Hacía un tiempo atrás ardió el enojo de Dios ante su pueblo y permitió que Cusán- risataim rey de Aram oprimiera a Israel. De no ser por Otoniel, sobrino de Caleb a quien Dios le dio sabiduría para ser juez sobre Israel y vencer al rey Cusán aún hubiesen sido esclavos, de hecho lo fueron por ocho años.
Cuarenta años habían pasado desde aquella batalla cuando Dios les dio la victoria sobre Aram. El senil pudo observar la caída espiritual de Israel como un círculo vicioso: Apostasía, castigo, clamor y liberación. El nombre de Otoniel ya no calaba en los corazones del pueblo, muchos de ellos ya ni le recordaban y mucho menos le daban gloria al Dios de los ejércitos quien les dio la victoria. ¿Culpa de la rebeldía del pueblo o de una mala orientación de los padres? Lo cierto era que Baal y Asera estaban ganando muchos adeptos en Israel, era la religión de moda, la nueva era.
Nuevamente el enojo de un Dios celoso se encendió contra su pueblo. Esta vez no fueron ocho años de opresión como hacía cuarenta años atrás con el rey Cusán.
Desde las tierras del sur, en Moab, Dios le dio potestad a Eglón, un rey obeso, quien se alió con los amonitas y los amalecitas enfrentándose a Israel, y a pesar que los había dominado antaño hoy no pudo contra ellos. La alianza de Eglón dio resultado y los tres ejércitos obligaron a Israel a rendirle tributo por dieciocho años, tomando como principal trofeo a Jericó, la bellísima ciudad de las palmeras quien Josué conquistó años atrás.
Dieciocho años de esclavitud, de humillación, de opresión por naciones que, de haber obedecido a Dios en el pasado no existirían en la faz de la tierra, pero que hoy se habían convertido en una espina molesta en su andar espiritual. Israel comprendía ahora la razón por la cual Dios les exhortaba no tener ninguna comunión con ellos, chacales rabiosos que atacaban sin piedad ni misericordia, llevando sus cosechas, sus mujeres y sus ganados y sumiendo al pueblo poco a poco en la miseria y esto sucedía año tras año. Muchos israelitas lloraban por las noches, recordando los cuarenta años de paz y prosperidad que el único y sabio Dios trajo al pueblo por medio de Otoniel, y fueron las condiciones paupérrimas que vivían las que los llevaron a enfocar su corazón a Dios y clamar.
La acción de Israel me pareció insensata al principio pero después me hizo reflexionar mucho. ¿Por qué esperaron dieciocho años para clamar? ¿Acaso no se dieron cuenta que era la dureza de su corazón la causa de los problemas? Tu mismo diste la respuesta Búho, fue la dureza del corazón la causa de sus males. Tristemente muchos de nosotros vivimos situaciones similares. Llevamos años siendo esclavos de conductas incorrectas, hábitos perjudiciales a la salud, mal carácter y negligencia espiritual. En nuestro interior libramos una batalla mental. Tenemos la salida a nuestros problemas en Cristo, pero la vergüenza de confesar nuestros pecados delante de Dios puede más que la necesidad de ser perdonados y produce que poco a poco nuestro corazón vaya formando callosidades que nos hacen insensibles ante nuestro error. (Que levante la mano a quien no le ha sucedido esto).
Por otro lado está Dios mostrando su amor y misericordias día tras día:

Sin embargo, cuando el pueblo de Israel clamó al Señor por ayuda, el Señor nuevamente levantó un libertador para salvarlos. Se llamaba Aod, hijo de Gera, quien era un hombre zurdo, de la tribu de Benjamín (Jueces 3.15)

Dios no se rige a nuestra lógica. Cualquier contemporáneo de Aod hubiese esperado que se levantara un hombre de las tribus más numerosas de Israel, no de la tribu de Benjamín. Hubieran esperado un hombre diestro en el combate, pero Aod era zurdo. No es por discriminar pero mi condición de ambidiestro me permite saber lo que se siente ser zurdo y sé por experiencia propia las dificultades que esto presenta.
Una verdadera lección que Dios no hace acepción de personas. Dios eligió a quien menos probabilidades tenía de ganar una batalla por una razón; quien se glorificaría en la victoria sería El y no Aod.
La misión de Aod era acabar con el reinado de Eglón, para ello hizo una daga de dos filos de unos treinta centímetros de largo y la ató a su muslo derecho (el era zurdo). Aod fue el encargado de llevar el pago del tributo de Israel y al llegar al palacio de Eglón se dio cuenta que no iba a ser tarea fácil. El rey estaba en la planta alta del palacio en una habitación fresca y rodeado de sirvientes. Un intento de asesinato a Eglón y con seguridad sería Aod hombre muerto también, era una misión suicida.
Posiblemente lo pensó mejor, o buscaba la manera de ejecutar un plan B porque la Biblia hace referencia que Aod, después de pagar el tributo emprendió su regreso (Jueces 3.18). Sin embargo, al pasar por los ídolos de piedra regresó donde Eglón se encontraba. ¿Qué fue lo que motivó a Aod a seguir con su plan inicial? La causa pueda ser los ídolos que vio y recordar que era por culpa de estos que pasaban tan penosa prueba.
Regresando al palacio del rey y subiendo a la planta alta, a la habitación fresca donde el monarca se encontraba, Aod dijo que tenía un mensaje secreto importante a su majestad. Eglón, quien había bajado la guardia al saber que fue Aod quien le acababa de pagar tributo hizo que todos sus sirvientes salieran y quedó solo con el Benjamita.

-          Tengo un mensaje de Dios para usted

Inmediatamente al escuchar el nombre del Dios de los ejércitos el rey se levantó de su asiento pero las cosas pasaron tan rápido que ni siquiera tuvo el tiempo de gritar llamando a sus guardias. Aod, con furia, con celo de Dios y con resentimiento tras dieciocho años de opresión clavó la daga en el estómago del rey tan profundo que el arma se hundió  por completo con empuñadura  incluida, vaciándole los intestinos y asesinando al rey en un zas.


Una acción de coraje y de valentía, pero ahora venía la parte difícil ¿Cómo salir de allí? Aod cerró las puertas de la habitación del rey con llave por dentro para que nadie pudiese entrar mientras escapaba. Solo existía una salida, muy poco agradable por cierto: La letrina.
Con el paso del tiempo los sirvientes vieron la puerta cerrada de la habitación y en un inicio pensaron que Eglón estaba usando la letrina y por eso había cerrado la puerta (lo que indica que no tenía privacidad al ir al baño jjajaj) pero vieron que tardaba mucho y, buscando una llave abrieron la puerta encontrando a Eglón muerto en el piso del lugar.
Aod para esos momentos se encontraba en la zona montañosa de Efraín al norte de la región. Había hecho un viaje de unas tres horas sin ser descubierto y sin levantar sospechas (por lógica creo que había mudado su ropa ya) Tocando el shofar mandó al pueblo a armarse y atacar. El destino: las tierras de Moab al sur del país. Conforme descendían por pueblos y aldeas, nuevos israelitas se unían a la milicia, quienes cuando llegaron a los vados del Jordán tomaron control de ellos, no dejando que nadie pasara y mataron a unos diez mil guerreros de Moab. No quedó ni uno solo de ellos.

Esta generación había aprendido una lección. Dios es celoso y no pasará por alto sus pecados. Aprendieron que bastaba con un corazón arrepentido para que el Creador perdonara sus errores y que solo en El se encuentra la victoria.

Romanos capítulo tres nos dice que no hay ningún justo, ni uno solo. Estamos atados a la ley del pecado y es imposible que no vengan tropiezos a nuestra vida. Entonces ¿Qué diferencia existe entre aquellos que somos conocidos por Dios y los que no le conocen? Es una cuestión de actitud. Si tú espíritu está acostumbrado a convivir con costumbres que desagradan a Jesús, si no le glorificas con tus acciones y con tu vivir; pues tenemos un problema a tratar con Dios. No me corresponde juzgar a mí si eres o no cristiano porque solo hay un juez y es Cristo.
Pero por otra parte si al igual que el pueblo de Israel clamas a Dios (mucho ojo, hay una diferencia abismal entre clamar y simplemente orar) ten por seguro que Dios, quien el libro de los salmos lo caracteriza como un Dios clemente (atento al clamor) te librará de las ataduras de esclavitud que tu tienes.
Clamar por liberación no es simplemente decirle a Dios “Señor, tengo este error y me avergüenzo, por favor líbrame”  Clamar es implorar desesperadamente una liberación, que las cadenas de opresión te causen escozor en tu cuerpo y sean molestísimas, orar día y noche por esa liberación y, cuando esta llegue glorificar al Padre por medio de Cristo. Es una lástima que hoy en día ese tipo de oración paso a un segundo plano ya, nuestra lista de oración se ha convertido en una lista de ambición. Para vergüenza nuestra lo escribo.

Israel esperó dieciocho años. ¿Cuánto esperarás tú?  

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