Religiosidad... un mal común

“Puedes vivir toda tu vida en una cochera, pero eso nunca te convertirá en un auto. De la misma forma puedes pasar todo el tiempo dentro de una iglesia, pero eso nunca te hará un buen cristiano…”  

Debo reconocer que me causó mucha gracia cuando aquel viejo nos dijo esas palabras, pero el hecho que nos cause risa no quita la inmensa verdad reflejada en ellas. Para aquel grupo de cinco jóvenes que buscábamos de Dios en el 2003 existía un peligro muy grande el hecho que nuestra pasión se convirtiere en religiosidad, y de hecho sucedió comenzando por quien escribe estas líneas.
Al recordar aquellos mozos tiempos reflexiono ¿Qué fue lo que pasó? ¿Acaso mi inmadurez? ¿De ser yo el culpable, porque los demás abandonaron la obra? No es algo de lo cual viva lamentándome a diario, pero debemos reflexionar de los errores de antaño para ser mejores en el presente. Me he dado cuenta que pasando el tiempo nuestra pasión paso a ser religión.
No es un problema nuevo a la verdad, Pablo reflexionaba de ello en la segunda carta a los Corintios, (lo se, pensarás que Gálatas sería la carta más apropiada para ello, pero ten en cuenta que Dios habla de diversas maneras). La religiosidad es algo con lo que debemos batallar a diario, derribar las barreras del legalismo y buscar ser adoradores en espíritu y verdad de aquellos que el Padre busca (Juan 4.23-24)
Puesto que es un tema el cual no es reciente en las iglesias, dejemos que sea la misma Biblia que hable sobre las causas, las consecuencias y el remedio contra ser religiosos.

Pero la mente de ellos se endureció y, hasta el día de hoy, cada vez que se lee el antiguo pacto, el mismo velo les cubre la mente para que no puedan entender la verdad… 2 Corintios 3.14

La religiosidad comienza con el parcial, pero progresivo endurecimiento de nuestra mente. Tomemos como ejemplo a Israel: En Éxodo 19 Dios se manifestó ante su pueblo en el Monte Sinaí con poder y autoridad. El asombro de los israelitas era tal que prefirieron quedarse en el pie del monte y permitir que solo Moisés y Josué subieran ante la presencia de Dios (Josué quedó a la mitad del monte) Pues había una advertencia de Dios que cualquier persona o animal que no estuviera santificada y tocare el borde del monte moriría.
Sin embargo fue el mismo pueblo frente al Monte Sinaí y escuchando la voz de Dios manifestada en truenos que decidió fabricar allí mismo un becerro de oro. Fue la misma generación que en su peregrinar en el desierto y viendo la columna de nube y de fuego que nunca les dejo optó por quejarse y querer regresar atrás.

Gálatas 5.7 dice “Vosotros corríais bien ¿Quién os estorbó para no obedecer la verdad? Nosotros comenzamos una nueva vida en Cristo de una manera ejemplar; orando, asombrándonos de las maravillas de Dios, en lo personal a mi me conmovía incluso un amanecer y le daba gloria a Dios por ello, pero con el pasar del tiempo nuestro ser tiende a endurecerse, lo que te quebrantaba antes hoy no me conmueve, tomando literalmente las palabras del apóstol Pablo “Nuestra mente se endureció” pues dejamos de creer las promesas del Padre en su Palabra y nos fiamos más en nuestra propia prudencia, en nuestros logros, tomando el control de lo que nos rodea, cuando no tenemos parte alguna.


Esto no pasa fuera de la iglesia, ¡pasa adentro! Los israelitas leían la ley de Dios pero no podían entender la verdad (a Cristo) porque un velo cubría sus mentes. Hoy pasa lo mismo, debido a nuestra incredulidad un velo cubre las mentes permitiendo que estas se endurezcan. Escuchamos sermones muy inspirados por Dios, pero a nosotros ni nos vienen, leemos la palabra por rutina (y lo escribo atreviéndome a pensar que aun la leemos, porque muchos hemos dejado de hacerlo) todo lo que pasamos hoy en día se resume en una frase: Dureza de corazón.

Efectivamente, incluso hoy en día cuando leen los escritos de Moisés, tienen el corazón cubierto con ese velo y no comprenden 2 Corintios 3.15

La religiosidad de hoy en día se mete de una manera muy sutil en las congregaciones, a tal punto que debemos estar alerta con nuestra vida espiritual para que no caigamos en el legalismo. Para ello debemos ser concientes que todo lo que fuimos, lo que somos y lo que seremos depende exclusivamente de la gracia de Dios en nuestra vida.

Hemos dependido de la Gracia de Dios y no de nuestra propia sabiduría humana (2 Corintios 1.12b)

Si servimos a Dios, no es por agradecimiento como frecuentemente escuchamos en los nuestros “Cristo me salvó, hoy le sirvo” si fuera de esa manera entonces estaríamos pagándole a Dios un favor que no merecemos. Nuestra mente debe ser renovada, y pensar que si servimos a Dios es únicamente por sometimiento y obediencia a su palabra y el fortalecimiento de la iglesia.
Tan activo esta el legalismo que puedes verlo de muchas maneras en la congregación: desde pastores que hacen creer a sus ovejas que si no te congregas tantas veces a la semana perderás bendiciones, hasta una nueva corriente de “iglesias mesiánicas” que lo que están haciendo es volver a las leyes mosaicas, de esas abundan ya en mi país.
Cada vez nos vamos alejando más de la verdad y del propósito de Dios para nosotros, Pablo decía que

Este velo puede quitarse solamente al creer en Cristo (2 Corintios 3.14b)

La Biblia no hace referencia a la fe necesaria para salvación, sino aquella fe que tu y yo necesitamos todos los días para vivir en comunión. Necesitamos volver a creer en Cristo, creer en su gracia, en su bondad, en sus promesas a tal punto que cada vez que abramos nuestras Biblias podamos estar seguros y convencidos que es Cristo hablando a nuestros corazones, que estemos con la convicción que independientemente le sintamos o no, Dios está allí con nosotros para fortalecernos y consolarnos según sea necesario. Únicamente de esa manera el velo de religiosidad y o legalismo será quitado de nosotros

En cambio, cuando alguien se vuelve al Señor, el velo es quitado. Pues el Señor es el Espíritu y donde está el Espíritu del Señor allí hay libertad. (2 Corintios 3.16-17)

Al referirse la Biblia “cuando alguien” está indicando que esta promesa es para cualquiera de nosotros que decida aceptar el desafío de volver a Cristo. La promesa es para ti que lees estas líneas si tú tomas la decisión de seguir a Cristo encontrarás libertad para adorarle, para regocijarte en sus promesas y para que el velo de ignorancia sea removido. Con respecto a la libertad en ningún momento me refiero a dejar de congregarte o dejar de servir, libertad es hacerlo sin el estorbo de una rutina, hacerlo con el mayor gozo del mundo.

¿Cómo saber si estoy viviendo una religiosidad? La prueba de ello está en los frutos que estás dando, mira o que la Biblia dice al respecto, siempre sin salirnos de un contexto

Así que, todos nosotros a quienes nos ha sido quitado el velo, podemos ver y reflejar la gloria del Señor. El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a él a medida que somos transformados a su gloriosa imagen. (2 Corintios 3.18)

Una persona quien ha sido liberada del legalismo por el poder de Cristo Jesús primeramente puede ver y contemplar las maravillas que Dios hace por medio de Jesús, no porque esta persona lo merezca, pues romanos nos llama inútiles e incapaces, sino por la soberana, sublime y eterna gracia de Dios. Un liberto siempre tiene presente a Jesús en todos los aspectos de su vida, buscando ser más como él, imitándole sin necesidad que las demás personas les digan como hacerlo.
Segundo, una persona libre refleja la gloria de Dios. Para esto hay que cuestionar ¿Qué es la gloria de Dios sino Cristo mismo? Por lo tanto, reflejar la gloria de Dios es reflejar a la persona de Cristo en nuestras vidas, modelar sus enseñanzas, no dentro de cuatro paredes, sino llevar luz al mundo. Sembrar vida en aquellos que estaban destinados a muerte.
La religiosidad y el legalismo es algo que siempre estará presente en las congregaciones, estuvo en la antigüedad y estará en el futuro. Es un mal en el cual debemos estar alertar pues penetra sutilmente y confunde a los escogidos, es por esa razón que diariamente debemos buscar a Jesús para tener libertad de adorarle como el lo desea.

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