En el hueco de su mano

Todo apuntaba a que sería una noche más de miércoles. Mi trabajo concluyó normal, a Dios gracias el corte de caja salió cuadrado y al centavo. La diferencia es que mi hermano Donald me esperaría en Santa Tecla (así se llama la ciudad, no me pregunten porque) con el objetivo de ir conmigo a la iglesia. Debido a eso no tomaría la tradicional ruta de autobús que me lleva directo a mi casa, sino que tomé una que me deja en un punto entre mi casa y mi trabajo. Allí me esperaría él y juntos iríamos primero a la iglesia y después a mi casa. Aproximadamente salí del trabajo a las 6.20 p.m. cuando llegué a la parada de autobús la ruta en la que usualmente tomo estaba estacionada allí, con espacios disponibles para sentarse. ¡Lástima que no voy directo a mi casa! – dije para mi- y dejé que el bus se marchara para esperar la otra ruta.
En el camino, antes de ver a mi hermano le hablé a su celular diciéndole que tuviera un poco de paciencia debido a que por la hora pico se forman unos congestionamientos en las calles, me dijo que no había problema, que el esperaba por mi. Iba con un poco de vergüenza porque sabía que había esperado unos 20 minutos por mi. Recibí poco tiempo después un mensaje de él que le llamara al celular. En mi interior pensé que era de esos mensajes retrasados que te llegan, así que no le presté atención.
Cuando llegué al punto de encuentro, Santa Tecla él me estaba esperando en el parque ya, lucía un poco desesperado por mi demora, pero a fin de cuentas muy feliz de verme. Nos subimos juntos al autobús e íbamos hablando de  cómo nos fue en el día.


Faltando unos pocos kilómetros para llegar a la casa la carretera estaba bloqueada, lo que nos pareció bastante raro. Vimos pasar muchas patrullas de policía a nuestro alrededor, un par de ambulancias y como todo buen salvadoreño mi hermano y yo queríamos saber que pasaba.
Una mujer se subió al bus y se quedó sentada en la entrada, estaba ensangrentada e inmediatamente le dimos agua y preguntándole que le había ocurrido entre lágrimas nos contó los hechos del día de ayer: En lo personal no puedo ver sangre, pues para mi  limitada manera de pensar la sangre debe de ir dentro del ser humano y no fuera de este. Debido a que el tráfico estaba detenido le dije a mi hermano que comenzáramos a caminar, pues faltaban alrededor de tres kilómetros para llegar a casa. Grave error, pues por evitar un poco de sangre tuve que ver muchísima más.
La escena en la carretera era dantesca la verdad. Un autobús perdió los frenos y colisiono con otro. El que perdió los frenos después de la colisión se fue a un pequeño precipicio de unos 10 metros de  profundidad. Hasta el día de hoy tres personas fallecieron y hay decenas de heridos de ambos autobuses. Cuando caminamos por el lugar había una infinidad de heridos en el pavimento recibiendo atención médica. Al ver el autobús tanto mi hermano y yo nos quedamos sin habla, pues era el bus que deje pasar por subirme al otro. El mensaje que Donald me había mandado y que había ignorado era para decirme que iba a subirse en ese autobús tambien. A ambos Dios nos guardó en el hueco de su mano para evitar una tragedia. Los kilómetros que faltaban por recorrer los caminamos en silencio, ambos ensimismados pensando en lo ocurrido en la oscuridad de la noche. Junto a nosotros decenas de personas recorrian el mismo trayecto, unas hablaban de lo sucedido, otras lloraban y otras se comunicaban con sus respectivas familias informando que a ellos no les había ocurrido nada.
No se de Donald la verdad, pero en lo personal me afectó mucho el accidente el pensar que yo me iba a subir en ese autobús y que Dios en su misericordia me preservo para que yo escriba estas líneas…

A El la Gloria por los siglos

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