El Ajedrez de Dios

  —¡Ve! —insistió el Señor—, porque ese hombre es mi instrumento escogido para dar a conocer mi nombre tanto a las naciones y a sus reyes como al pueblo de Israel.
      Yo le mostraré cuánto tendrá que padecer por mi nombre.  
                                                 Hechos de los apóstoles 9.15-16



Siempre he sido un aficionado a la lectura. Creo que lo heredé de mi padre y recuerdo que cuando era pequeño había un libro en aquella vieja estantería de mi casa, se llamaba “El ataque y la defensa” el cual mostraba gráficamente como ganar una partida de ajedrez mediante estrategias y artimañas. Lo poco que se de ajedrez lo aprendí de ese libro y de recuerdos vagos de mi padre enseñándome como jugarlo. En lo personal siempre me ha parecido un juego muy interesante debido a que cada pieza que mueves no debe ser al azar, sino debe moverse con el único propósito de  acorralar y derrotar a tu oponente, para ello debes ser muy inteligente y desde antes de comenzar la partida tener un plan trazado de tu estrategia de batalla.
            A mis 30 años me he dado cuenta que ese juego de ajedrez no solo quedó en un tablero tiempo atrás sino que increíblemente se aplica a mi vida diaria, con una sola diferencia: No soy yo quien está jugando esta vez debido a que solo soy un peón en ese juego y la mente maestra es mi Padre Celestial el cual tiene un plan trazado para mi vida. Como lo dijo el salmista siglos atrás:

El Señor cumplirá en mí su propósito. Tu gran amor, Señor, perdura para siempre; ¡no abandones la obra de tus manos! Salmos 138.8

Si vemos nuestra existencia con el enfoque de un juego de ajedrez entenderemos muchas cosas, personas que llegaron a escena en un momento específico de nuestra vida con el objeto de hacer una obra en especial y luego que cumplieron su misión procedieron a retirarse, y ahora comprendo que lejos de lamentarme que se hayan ido debo regocijarme porque hicieron bien su labor. Medita en tu vida, tu también has tenido una torre para refugiarte, un caballo que velozmente llega a defenderte de un problema, un alfil que rompe las reglas y se mueve diagonalmente para atacar o defender, o a lo mejor simples peones los cuales no se diferencian unos de los otros pues todos son iguales pero no por ellos menos importantes. En el juego te has sentido amenazado como el rey a punto de un jaque mate y cuando te crees atrapado y sin salida Dios tiene una jugada maestra en el último minuto.

Somos simples piezas en un juego de ajedrez

Sea cualquiera tu situación, entiende que el cerebro de este juego es el Creador del Universo, con un plan perfecto trazado donde incluso lo que tu consideras como errores y desilusiones estaban ya en ese plano, donde no hay casualidades ni azares.
Es tiempo de depositar toda nuestra confianza en Cristo, dejar que el ponga o quite piezas según su voluntad y cumplir el propósito para el cual fuimos escogidos desde antes de la fundación del mundo.

(Dedicado a ti, gracias por dejarte llevar por Dios…. Eternamente agradecido contigo)

Porque todas las cosas proceden de él, y existen por él y para él.¡A él sea la gloria por siempre! Amén.

Romanos 11.36

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