Ana : Entre oraciones estériles y promesas cumplidas

Parte de los planes de Dios para ella era el retraso de su fertilidad. Lamentablemente Ana no lo podía visualizar de la misma manera, aun así el plan de Dios seguía adelante. Los días pasaban para ella y aunque  Ana sabía que materialmente lo tenía todo ella no era feliz.
En el medio oriente una mujer estéril era una mujer fracasada. Tener hijos era símbolo de posición social y riqueza, asimismo ayudaban al trabajo del hombre y aseguraban la continuidad de la línea familiar. Sin embargo el tiempo pasaba y su esposo era la burla de las demás personas y ella se sentía culpable de ello. ¿Quién cuidará de nosotros cuando envejezcamos? – decía para sí. - ¿Quién trabajará cuando ya no tengamos fuerzas para hacerlo?.
Elcana a pesar de tener dos esposas amaba a Ana. Producto de las múltiples muertes de los hombres en las guerras la sociedad había aceptado la poligamia como una manera de vida, eso aseguraba que siempre habría mano de obra en el país. Se le permitía al hombre tener una segunda esposa cuando la primera no era fértil. Penina era la segunda esposa de Elcana. A diferencia de Ana ella sí le había dado hijos. Elcana tenía la oportunidad de haber dejado a su esposa por estéril (Era costumbre dar una carta de repudio a las esposas por no tener hijos), sin embargo no lo hizo así.
Ana tenia justas razones para sentirse deprimida. Compartía su esposo con otra mujer la cual la ridiculizaba no tanto para enfurecerla como para hacerla sufrir y la amargaba hasta el punto de no querer probar bocado, su esposo no podía solucionar su problema y se sentía abandonada por Dios.
Fue en una de las tres peregrinaciones que la familia hizo a Siló en Israel según la ley de Moisés que Ana no pudo soportar más su angustia. La gota que derramó el vaso no fueron las palabras hirientes de Penina sino la desesperación de su esposo al verla con angustia en el corazón.

-          ¿porque estas triste Ana? ¿No soy yo mejor que diez hijos?

Hubo un tiempo donde su problema no importaba tanto, donde se lleno de mucha fe y esperanza, cuando aun sin tener nada levantaba sus manos alabando al Dios Creador del Universo. Soñaba con su hijo no nacido aún, amamantándolo, viéndolo dormir por las noches y es que una mujer nunca estará completa sin antes ser madre. La esperanza se convirtió en incertidumbre con el pasar del tiempo y la incertidumbre le llevo a la depresión. Ahora no era ni el fantasma de quien fue. Las bolsas bajo los ojos eran lo que más se distinguia en su rostro demacrado de tanto llorar. La esperanza que se demora es un tormento al corazón causando heridas muy difíciles de sanar. Ese era el nefasto cuadro de Ana peregrinando a Siló. Un fantasma de mujer cuya túnica cubría su pérdida de peso.


Fue una noche después de la cena que ella tomó una acción desesperada. Sin decirselo a su esposo fue al templo a confesar sus penas ante el Creador. No alcanzó a llegar hasta adentro. Se derrumbó en el piso, en un mar de lágrimas y no le importó si había gente a s lado. Lloró como no lo había hecho antes, fue como una explosión de gemidos y lágrimas retenidas por años. Había momentos donde el aire le faltaba donde las palabras se acababan y únicamente su corazón hablaba. Fue esa la razón por la que Elí el viejo sacerdote, al verla en el piso en un charco de lágrimas y moviendo sus labios la tomo por ebria, pero Ana en silencio hacía un voto a Dios:

“Señor Todopoderoso, si te dignas mirar la desdicha de esta sierva tuya y, si en vez de olvidarme, te acuerdas de mí y me concedes un hijo varón, yo te lo entregaré para toda su vida”

Esa noche Dios contestó una oración. Al regresar Ana con su marido El Creador se acordó de su petición, de sus lágrimas y sobretodo la promesa que había hecho ante su presencia. Cuatro años después al templo entraba una bellísima mujer acompañada de su esposo y su hijo en brazos; atrás habían quedado las lágrimas y los desvelos, los días enteros que dejó de comer y el sufrimiento. Ana cumplía su promesa delante de Dios.

Probablemente veamos esterilidad en nuestras oraciones. Comenzamos orando con fervor y con el pasar del tiempo vemos que ese fervor se torna en desesperación. No olvides que Dios siempre ha tenido un propósito, incluso para tus oraciones sin contestar.
Ten cuidado de lo que prometes en oración porque Dios aceptará su promesa. Ana deseaba un hijo tan desesperadamente que estuvo dispuesta a hacer un trato con Dios. Dios aceptó su promesa, y el hecho de que ella cumplió con su parte, a pesar de haber sido muy doloroso, dice mucho a su favor.
Si bien no estamos en la posición de negociar con Dios, El todavía puede decidir contestar la oración que lleve adjunta una promesa. Cuando tú ores, pregúntate: "¿Llevaré a cabo las promesas que hice a Dios si El responde a mi petición?" Es deshonesto y peligroso ignorar una promesa, especialmente a Dios. Dios cumple sus promesas y espera que nosotros cumplamos las nuestras.

A Dios la Gloria…


Comentarios

  1. Muy bonito texto.

    Quisiera enfatizar en un punto importante:

    Ocurrió algo interesante, cuando Ana derramó su espíritu e hizo la oración ante Dios, al levantarse para irse a casa, YA NO ESTUVO TRISTE lo que significa que depositó su pesar a Dios y confió que El daría la solución a su problema.

    Como seres humanos cuando oramos pedimos sin creer que Dios tiene el control de la situación cometemos un grave error de falta de fe y confianza y esto no debe ser así.

    Ante todo debemos reconocer la soberanía de nuestro Buen Dios, que se encuentra en el control de todas las cosas.

    Un abrazo Julio, DTBM

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