Aprendiendo a Escuchar

            “De ser por mi, Búho, hubiese tirado la toalla hace tiempo contigo; pero esta mañana Jesús me dijo que tiene planes maravillosos para ti”…Las palabras del “brujo” rompieron todo sentido de lógica a la conversación. Hacía cuatro meses que el grupo se había disuelto ya, porque él, queriendo retar a Dios se paró con sus ropas oscuras frente a una iglesia. Esa misma noche que desafió al Creador, conmovido por la predicación; de rodillas se rindió ante Él. Ahora era creyente. Las camisas negras con mensajes blasfemos quedaron en el pasado, cambiándolas por elegantes piezas de vestir, un pantalón muy bien planchado y sus impecables zapatos que hacían un marcado contraste con la imagen del búho que, para ahorrar un par de líneas me limito a escribir que era un “anti- moda”.
            El joven, que parecía que la conversación no era con él, dio una fumarada a su cigarro, sacó el humo y riendo dijo:

-          No jodás, hoy si te volviste loco. ¿Cómo te va a hablar Jesús a  vos?

Búho jamás comprendió que en esos momentos Dios le tenía en la mira. Oscar  “el brujo” solo fue  una pieza más del inmenso ajedrez divino, y el Creador le estaba utilizando los últimos meses para llegar todos los días a visitarlo, a predicarle y siempre la respuesta era un rotundo NO. Pero la misma voz que le habló a aquel joven diciéndole que no se rindiera, fue la que tres meses más tarde  hablaba al corazón del búho motivándole a ponerse de pie un sábado en la iglesia, una explosión de adrenalina y gozo, misma voz que rechazó en ese momento, por miedo a quedarse sin amigos. (Entiéndase “amigos” a un grupo de vagos viciosos que cada fin de semana se reunían a tomar o ir a conciertos). Misma voz que un mes más tarde le hablaría de nuevo en la iglesia y lo impulsaría  a ponerse en pie y aceptar el desafío.
No es mi intención el contar un testimonio, para ello habrá tiempo después; el verdadero objetivo por el que escribo es hacer reflexionar que desde el principio de la fundación del mundo Dios ha estado hablando, llamando, invitando a acercarse a El y somos nosotros los que hacemos caso omiso a su voz.
Hace un par de días reflexionábamos sobre la historia de Ana y de cómo Dios escuchó su clamor dando a luz a Samuel. Una de las promesas de Ana fue dedicar a Dios a su hijo todos los días de su vida. Es así que a la edad de cuatro años Samuel mudó sus cosas al templo de Dios, estando al servicio de este (1 Sam. 3.1). Con el pasar de los años el niño fue conociendo los ritos de purificación, días de fiesta, ofrendas y sacrificios, e incluso estaba tan conectado que dormía cerca del arca del pacto, donde la mismísima presencia de Dios moraba (1 Sam 3.3).


Una noche mientras Samuel dormía, Dios le llamó. El joven saltó de su cama y fue corriendo donde estaba Elí el viejo sacerdote, creyendo que era él quien le llamaba. El sacerdote, arrebatado de los brazos de Morfeo (o sea que ya  estaba soñando pues), le dijo que fuera a dormir, porque no lo había llamado. Dios llamó una segunda vez y una tercera, y Samuel hizo lo mismo, despertando a Elí. ¿Qué ocurría? Samuel, a pesar de vivir en el templo de Dios a pesar de su servicio y devoción no conocía a Dios. El sacerdote comprendió que Dios tenía un propósito para Samuel y le dijo:

-          Ve y acuéstate de nuevo, y si oyes otra vez la voz, dile: “Habla Señor, que tu siervo escucha”

En efecto, a los pocos minutos Dios llamó a Samuel y esta vez el joven acudió al llamado de Dios.
Curiosamente habemos dos tipos de personas que perfectamente encajan en esta historia: Los “Elí” son personas que conocen la voz de Dios, tuvieron un tiempo en el cual sirvieron con todo su corazón, pero que al igual que la parábola del sembrador hubo semilla que los espinos la ahogaron, a este tipo de personas el afán, la ansiedad o una frustración fue apagando la llama de su espíritu poco a poco dejando de impactar la vida de las demás personas con la vida de Cristo que antaño reflejaban. Los “Elí” dejan huérfanos a jóvenes “Samuel” pues al no haber nadie quien les hable, quien les discipule y quien les muestre los principios de la vida cristiana sirven de una manera mecánica y metódica a un Dios que no conocen aún.
Cada domingo podemos ver esos dos tipos de personas en muchas iglesias, los que sirven a Dios sin conocerle y los que le conocen pero lo esconden. Esta semana me sentí confrontado con una pregunta en el sermón:

¿Conoces tú a Dios? ¿Sabes como piensa? Y yo añadiría a estas preguntas: Cuando tu oras ¿dejas que Dios hable a tu corazón?

Mis estimad@s es mi responsabilidad comunicarte que Jesús esta vivo, y rie, nos consuela y nos conforta a nuestras vidas y debido a que vive también puede responder y estar en contra de lo que pensamos o creemos. Es tiempo de hacer un receso a nuestro afán y preocuparnos por conocerle más.

A Dios la Gloria


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