Lecciones de un Desierto (Parte I)


“La mucha fe no siempre es sinónimo de una fe firme” es la dura enseñanza que el profeta tuvo que aprender en carne viva. Desde Beerseba, el último lugar habitado al sur de Israel, y al verse proscrito de la reina Jezabel; Elías concibió un resentimiento vivo en contra de Dios por las desgracias que estaba viviendo.

Dejó a su criado en la ciudad, y temiendo por su vida; tomó su manto y su vara adentrándose solo al desierto bajo el inclemente sol  sin provisiones. Su deseo era morir, se sentía tan abandonado por Dios, tan inútil e incapaz  y no podía concebir la idea que era el último de los profetas verdaderos del Dios Altísimo.

Tenía razones para sentirse así. La reina Jezabel había matado uno por uno a los profetas del Dios viviente. Elías con un fuerte celo por el Creador convocó a ochocientos cincuenta profetas paganos y los retó para que el pueblo se diera cuenta de una vez por todas que el Dios que hiciese descender fuego del cielo y quemara el holocausto; era el Dios verdadero. Un duelo entre los baales y El Dios Eterno.

Elías estaba solo contra el mundo, y venció. Como resultado los profetas falsos fueron degollados en el arrollo de Cisón, y Elías se convirtió en la persona más buscada del reino, se le veía como un turbador y un proscrito cuando valientemente defendió su fe con coraje.
Fue esa la razón por la que Jezabel, considerándolo un criminal pidió su cabeza. Al verse en peligro de muerte Elías huyó hasta Beerseba, la frontera sur de la tierra de Israel. Temió por su vida, dejó su criado en la ciudad y se internó huyendo al desierto de Judea.

Elías, a pesar de ser un héroe en la Biblia; no deja de ser distinto a la realidad que tú y yo vivimos en ocasiones. Sentimos un resentimiento vivo contra Dios, porque erróneamente pensamos que el mundo debe girar a nuestro rededor y no comprendemos que somos nosotros los que debemos vivir para Dios. Aceptemos de una vez que la Biblia no se centra en nosotros, sino en Cristo. Por esa misma razón, cuando las cosas en nuestro entorno no nos salen como nosotros esperamos; nos enojamos contra Dios, nos vamos de la iglesia y es común siempre encontrar un culpable a nuestra situación en vez de mojar las barbas y aceptar nuestro error.
El desierto siempre es necesario para moldear nuestro carácter. La Biblia misma nos lo dice:

Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para afligirte, para probarte, para saber lo que había en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos.

 Encontrarnos solos y sin favor, dependiendo plenamente de Dios;  nos ayuda a conocer a plenitud de que lado estamos. Para el profeta Elías no fue la excepción. Solitario, con una profunda depresión, caminó los agrestes terrenos del desierto de Judea. Se desconoce cuanto tiempo caminó, pues la Biblia en 1 Reyes 19 no nos da claves del recorrido, lo que sí podemos ver es que refugiándose bajo la sombra de un enebro, un arbusto que florece abundantemente en los desiertos, espero pacientemente su muerte.
Totalmente deshidratado, hambriento y con síntomas de insolación sintió su hora llegar. Decidió dormirse para no despertar más, pero pasado un tiempo alguien tocó su espalda. Alzó sus ojos y al principio pensó que alucinaba, pues un ángel estaba a su lado. Junto a su cabeza, había una torta cocida bajo las brasas. No dio crédito a lo que veía a pesar de haber sido uno de los profetas más usados por Dios. El ángel volvió a despertarle y le dijo:

- Levántate y come, porque largo camino te resta


  Frotó sus párpados y comprendió que no era producto de su imaginación. ¿Adonde se va en un desierto? Si no hay absolutamente nada alrededor. Pero Elías comprendió el mensaje del ángel. Comprendió que aún en la noche más oscura de su vida Dios estaba allí y no le iba a dejar solo. Si bien Elías se alejó resentido de Dios y no quería saber nada de El, el Creador no se había olvidado de su hijo, pues con amor eterno le amaba. Prueba de ello es que el ángel le toco dos veces.

¿Cuántas veces Dios ha tocado nuestras vidas, ordenando que nos levantemos una y otra vez dejando atrás todo pensamiento de opresión que nos estorba?

¿Cuántas veces pone delante nuestro comida espiritual para fortalecernos, y nosotros estamos tan débiles que ni siquiera prestamos atención a ella?

 Esa estampa es la que Elías vivía en el desierto, y como escribía al principio de esta reflexión la mucha fe no siempre es sinónimo de una fe firme.
Era necesario que el profeta se reencontrara con Dios; sus padres contaron de sus abuelos la historia que se había transmitido de generación en generación de cómo Dios Omnipotente dictó las leyes con  poder y autoridad, y de cómo su voz hacía temblar la tierra. Estaba escrito en las leyes de Moisés, Dios se manifestó en el monte Sinaí, y era el destino al que el profeta Elías se dirigía; a su encuentro con Dios…
Es hora de  desistir de las quejas, o de preguntarnos el porque de las cosas, busquemos a Dios en el desierto y desechemos todo pensamiento de depresión y derrota de nuestras vidas… (continuará…)

A Dios la Gloria


Comentarios

  1. Carnaaaal, ya estoy aquí. Adivina quien está detrás de este pseudónimo.

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