Un modelo de oración (Parte II)

Hágase tu voluntad, como en el cielo, también en la tierra.

Si el reino de los cielos es Jesucristo gobernando en nuestra vida, la frase “hágase tu voluntad” confirma el deseo de quien ora para que Cristo mismo sea el centro de todo en todo. Esta frase, más que dicha debe salir de lo profundo de nuestro corazón, debido a que no es fácil rendir nuestros deseos, anhelos, emociones y nuestra voluntad entregando toda nuestra vida a Cristo.
Se trata de morir a nuestro ser todos los días. Levantarnos por las mañanas y entregar el control de nuestra vida a Cristo, que sean sus palabras por nosotros, sus acciones y su voluntad antes que la nuestra. Estimar todo lo que tenemos por basura, como Pablo lo decía y llegar a ser esclavos de Aquel que murió por nosotros.
“Cristo murió por ti; ¿vivirás tu por Él?” era un sticker que leía en mis primeros días como cristiano. No debemos olvidar que fuimos comprados por precio de sangre inocente, que no dependemos de nosotros, sino de Aquel el cual comenzó una obra de amor en nuestras vidas.

El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy

Debemos reconocer que no son pocas las veces que hemos orado mal. En lo personal he logrado escuchar oraciones donde la persona que esta orando comienza pidiendo por provisión o por cosas materiales. Siendo sincero, tampoco me quedo atrás. He sido el primero por pedir lo material antes de darle la honra y gloria a Dios y alabarlo por lo que es.
En el modelo de oración, Jesús nos enseño a tener confianza y pertenencia en Dios, Santificar su nombre y pedir que el reino de Cristo y su voluntad sean primordiales en nuestra vida antes de pedir por las necesidades nuestras. Recuerda que todo se centra en Cristo y no en nosotros.


Entonces ¿Dios se preocupa por nuestras necesidades? Absolutamente. Si no lo crees te reto a que leas Filipenses 4.19 y lo compruebes por tu cuenta. Dios no desea que nos afanemos en nuestras necesidades tampoco, déjalo que se encargue de ello, será en su tiempo y a su manera no a la nuestra.
Has una reflexión. Piensa en todas las cosas que tu tienes, tu casa, por humilde que sea, te cubre del frio y de la lluvia, tienes ropa con que abrigarte, y aunque la economía esta en crisis siempre hay alimento en tu mesa. Hay cosas que tu consideras “normales” en tu diario vivir, pero si reflexionas en ellas ha sido un Dios proveedor quien se ha preocupado por dártelas a ti, aún así seguimos con el afán de pedirle a Dios por lo material, enamorándonos mucho más del regalo que de Aquel quien nos dio ese regalo. La voluntad de Cristo es que tú y yo, como hijos de Dios dependamos plenamente de El.

Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores.

La oración no estaría completa sin la necesidad del perdón de Dios. Esto dice mucho de El en sí. Muestra a un Dios que se compadece de nuestras debilidades y nos dá un nuevo comienzo cuando nos arrepentimos. Es un error, que cuando pecamos intentamos escondernos de su presencia, como lo hizo Adán en el huerto, si bien un sentimiento de culpa surge en nuestros corazones también hay un sentido de responsabilidad en presentarlos delante de Dios para ponernos a cuenta con El.
Dios nos hizo a su imagen y semejanza, por lo tanto la capacidad de perdonar a aquellos que nos han ofendido está en nosotros también. De hecho, Dios no puede perdonarnos si nosotros no lo hemos hecho primero. Lucas, en el mismo pasaje bíblico agregó

Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe  (Lc 11.4)

No hay excusas entonces. El perdonar no debe ser selectivamente, sino en general. Si alguien te ofende, hace daño, causa heridas tu deber como cristiano es perdonarle para evitarnos raíces de amargura. No puedes pedirle perdón a Dios si antes no perdonas a quien te ofendió, suena fuerte, pero es la realidad, está escrito así y no se puede cambiar.

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