Una tragedia en la familia real II Parte
Es sorprendente la manera de cómo todo tu entorno cambia de la noche a la mañana. Pasas de una “comodidad” a la que estabas acostumbrado ya y enfrentar lo desconocido, la incertidumbre y la soledad. Mientras galopaba a toda prisa hacia Gesur, el joven Absalón divagaba en su mente sobre lo ocurrido. Había actuado por un mero impulso al ordenar matar a su medio hermano Amnón, pero pese a que su vida daba un giro para siempre no estaba arrepentido de lo ocurrido. El destierro, el no volver a ver a Tamar su bella hermana y estar lejos de su familia fue el precio alto a pagar por su derramamiento de sangre.
Al horizonte, su destino: Gesur. Tierra gobernada por la única persona en la que confiaba en esos momentos: Talmayb su abuelo materno, el rey. Sabía que de buscarle su padre allí sería mal visto por los plebeyos y un verdadero escándalo a las excelentes relaciones que se tenían con Israel, por lo cual su vida no corría peligro alguno allí.
Lejos de esas tierras, las canas de un hombre maduro eran testigos mudos de la tristeza que le embargaba. Para David no solo era la muerte de su primogénito Amnón, sino la muerte de las esperanzas del heredero al trono de Israel. Recuerdos de la niñez de su hijo, el habérsele preparado para fungir como rey fueron asesinados por el impulso de Absalón. Nunca se dio cuenta que su familia comenzaba a quebrarse en pedazos como barro seco debido a que nunca invirtió tiempo de calidad con su prole. Ellos eran un grupo de muchachos, hijos de distintos matrimonios y como pudo probar con su propia experiencia había rencores, odios y rencillas entre ellos. Sin embargo, era todo lo que poseía. Lloraba todos los días por su hijo muerto, pero una vez pasado el duelo comenzó a extrañar al desterrado.
El general Joab, comandante de los ejércitos de Israel pudo percibir que el rey añoraba volver a ver a su hijo. Más que un militar Joab era un fiel siervo al reino, incluso se le podía llamar amigo del rey. Ceñidos sus lomos como para la batalla lucía imponente y rudo, pero tenía un buen corazón. Posiblemente estuvo con David desde los tiempos en los cuales se refugiaban en cuevas huyendo por su vida, proscritos del Rey Saúl. Esa es la única explicación a tanta fidelidad expresada.
Pero había un problema nada mas. David era demasiado orgulloso para reconocer que se había equivocado, y Joab lo conocía demasiado bien para saber que no permitiría que Absalón regresara, aun añorándolo el rey. Por su parte, David sabía que su amigo y servidor insinuaba el regreso de Absalón por el bien suyo.
Por lo cual el general, como un estratega ideó un plan, usando a una mujer de Tecoa, arreglando una entrevista con el Rey y presentándole ella un caso similar al que el rey atravesaba. David cayó en la trampa y al juzgar rectamente el caso de la mujer, ella lo confrontó cuestionándole que ¿Por qué razón no obraba de la misma manera con Absalón? Nuevamente el rey caía en la misma trampa en la cual hace años atrás Natán el profeta le hizo caer, respecto al fallecido Urías. Al verse acorralado no tuvo más opción que ordenarle a Joab el inminente regreso de Absalón a Jerusalén.
- Al fin se que mi señor el rey; tiene buena voluntad hacia mí pues me ha concedido esta petición. – dijo Joab postrándose en tierra.
Tres años había vivido en Gesur, junto a su abuelo el joven Absalón. Tres años sin poder ver el rostro de su padre ni sus hermanos. A pesar que su cuerpo comenzaba a tener facciones de una persona adulta, sintió su corazón como el de un niño al saber la noticia, por medio de Joab que el rey deseaba verle. No pensó dos veces para recoger las pocas pertenencias que tenía, besar en los labios a su abuelo y unirse a la caravana que iba rumbo a Jerusalén. El camino pareció corto a pesar de la distancia, y cuando nadie le miraba trataba de contener las lágrimas que de sus ojos salían. Amaba a su padre, y estaba dispuesto a perdonarle el que nunca hizo lo suficiente para hacer justicia después de la violación de Tamar. Perdonar que tuvo que ser el propio Absalón quien tomara la justicia en sus manos, y no su padre el rey, quien juzgaba con rectitud al pueblo, pero no podía juzgar con rectitud su propia familia. Imaginaba, en su joven mente ¿Cómo sería el encuentro con su padre después de tres años sin verle? Meditaba en las palabras que le diría a él, expresando en cada momento su profundo amor como hijo.
Jamás imaginó lo que se le venía. Al llegar a Jerusalén se encontró con la terrible noticia que la entrada al palacio le había sido negada, que el rey no deseaba verle nunca más y que fuese escoltado hacia su casa. David su padre le había devuelto sus tierras, pero no su amor. Lo único bueno de todo esto fue poder volver a ver a sus hermanos, incluyendo al pequeño Salomón, quien años después gobernaría Israel con sabiduría.
Es irónico ver como alguien a quien la Biblia caracteriza extremadamente hermoso como Absalón pudiese albergar odio en su corazón. Se odiaba a sí mismo por haber sido tan ingenuo, odiaba a su padre por el maldito orgullo que albergaba y conforme pasó el tiempo comenzó a fastidiarse de la situación.
Su esposa y sus cuatro hijos comenzaron a notar el cambio, entre ellos su hija, a la que había nombrado Tamar, para no olvidar el propósito de su desgracia. Trató de vivir su vida lo más “normalmente” posible, pero tras dos años de lo mismo sencillamente se hartó. Mandó a uno de sus criados a llamar a Joab, pues aún le consideraba un mediador entre su padre y su persona. Pero no pudo creer que el general hizo caso omiso a su llamado, posiblemente porque David se lo prohibió o porque no podía dar la cara de vergüenza ante Absalón. Una segunda vez el general fue llamado, pero se negó rotundamente a ir. Al sentirse traicionado por el último pilar en que confiaba, hizo que sus criados quemaran el campo de cebada del general para llamar su atención. Al acudir Joab, indignado por el arrebato de Absalón este le hizo ver que daba lo mismo vivir en Gesur en el destierro, a estar en Jerusalén sin ver a su padre el rey. Joab, ante todo era un servidor a la corona de Israel, por lo cual comunico lo sucedido al rey.
Fue demasiado tarde cuando David llamó al palacio a Absalón su hijo. Si bien el muchacho hizo una reverencia ante el rey fue más como un sarcasmo delante de su majestad, quien lo había ignorado por cinco años ya.
Una rebelión estaba en la mente de su hijo, y si algo caracterizaba al muchacho es la paciencia que este tenía para ejecutar sus obras. David ni siquiera tenía idea de lo que le avecinaba ya…
(continuara)
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