Una Tragedia en la Familia Real (Parte 3)

Si Absalón había aprendido algo desde su formación de juventud era a vengarse de sus enemigos. Sabía el joven que para efectuar tal venganza debía ser con la cabeza fría y con una previa estrategia a seguir. Tuvo el tiempo suficiente para evaluar los pro y los contra de su plan hasta que quedó a perfección. Durante el día su vida era relativamente “normal” convivía de vez en cuando con sus hermanos a quienes quería mucho, Tamar su hermana se había convertido en una hermosa joven de veinticinco años, aún admirada por su belleza en todo el reino. Salomón en la adolescencia era el más cercano a David, aprendiendo cada día de su padre y de su madre Betsabé.
Por las noches Absalón meditaba sobre su perfecto plan y su fecha de ejecución; con el tiempo compró un carruaje y unos caballos árabes para movilizarse con mayor rapidez desde su hogar hasta Jerusalén; contrató cincuenta guardaespaldas primeramente para proteger su vida por los admiradores de Amnon ya fallecido y segundo para demostrar su poderío.
Se levantaba muy temprano por la mañana antes que saliera el sol, preparaba su carruaje y al rayar el alba estaba en las puertas de la ciudad de Jerusalén. Su belleza y su apariencia de hombre bonachón le hacían resaltar entre las demás personas; por si fuera poco mostraba un carisma excepcional, pero todo esto era la ejecución de un plan perfecto.
Muchas personas consideraban al rey David como la voz más sabia de todo el reino y que ejecutaba sus juicios con justicia. Por ende las audiencias para verle eran enormes y muchas personas de todas las tribus de Israel se presentaban hasta su palacio para conocer su veredicto. Debido a la cantidad de juicios emitidos por el rey había muchos que no lograban su audiencia y se retiraban descontentos.
Aunque Absalón tenía entrada directa al palacio prefería quedarse en las puertas de la ciudad, hablando con casi todas las personas que llevaban un caso ante el rey:

Usted tiene muy buenos argumentos a su favor – decía el joven Absalón - ¡Es una pena que el rey no tenga disponible a nadie para que los escuche! Que lástima que no soy el juez; si lo fuera, todos podrían traerme sus casos para que yo los juzgara, y yo les haría justicia…(2 Samuel 15.3-4)

Cuando alguien trataba de inclinarse ante el joven este no le permitía hacerlo. En cambio Absalón le tomaba de las manos a esa persona y las besaba. Su actitud de siervo le llevo a ganarse poco a poco el corazón de las personas agobiadas de Israel. Dentro de ellas menospreciaban a un rey que nunca les escuchaba y amaban a este joven que lo diera todo por tener la oportunidad de ser rey.
Durante cuatro años Absalón hizo esto con el pueblo. Una mañana entró al palacio y besando a su padre en la mejilla le dijo:

Permítame ir a Hebrón a ofrecer un sacrificio al Señor y cumplir un voto que le hice, pues mientras tu siervo estaba en Gesur en Aram prometí que le ofrecería sacrificio al Señor en Hebrón si me traía de regreso a Jerusalén… (2 Samuel 15.7-8)

El rey David consintió en su viaje, ignorando que el viaje de Absalón a Hebrón estaba premeditado por este, pues había enviado mensajeros a todas las tribus de Israel para iniciar una rebelión en contra del rey.

…Tan pronto como oigan el Shofar – decía el mensaje – deben decir “¡Absalón ha sido coronado rey en Hebrón!” (2 Samuel 15.10)

Doscientos hombres acompañaron a Absalón en su viaje a Hebrón, aunque inicialmente no sabían nada de las verdaderas intenciones de este, debido a que la información podría ser filtrada. Ahitofel, un consejero de David, se unió a Absalón así como muchas personas quienes fielmente sirvieron a la corona y poco a poco la conspiración fue tomando fuerza.
El mensaje sobre la rebelión se difundió por todo el reino y pronto un mensajero dio aviso a David. El rey conocía lo que esto significaba, cuando un rey era derrocado su cabeza era cortada por el nuevo rey. Sabía que si Absalón tuvo el coraje de rebelarse en contra de su propio padre también había considerado matarlo para ser heredero (por la fuerza) de la corona.
David era un hombre de guerras, sabía que aunque el nuevo ejercito de Absalón era inmenso (doce mil hombres en 2 Samuel 17.1) David podía hacerle frente a este. Sin embargo no olvidaba que el capitán de esos ejércitos era su Absalón a quien poco a poco fue perdiendo por estar “demasiado ocupado” en los asuntos reales.
Cuando se enteró de la noticia, inmediatamente tomó la decisión de huir, incluyendo a todos los del palacio. Posiblemente hijos suyos estaban allí, o sirvientes que demostraron entrega y empeño en servirle. Diez concubinas del rey quedaron al cuidado del palacio nada mas, el resto quedó vacío.

¡Apresúrense! Si salimos de Jerusalén antes que llegue Absalón, tanto nosotros como la ciudad nos salvaremos del desastre (2 Samuel 15.14)

Si antaño las salidas del rey eran acompañadas de mucha celebración y ostentosidad, esta no era así. Apenas se diferenciaba del resto de la multitud que salió del palacio; su cabeza cubierta y sus pies descalzos en señal de duelo rompían el corazón de sus allegados. Iba sollozando sin decir palabra alguna, y los demás respetaron su silencio, un grupo numeroso; seiscientos hombres lo acompañaban de la tribu de Gad, los cuales pese a los ruegos del rey se quedaron con el.

Al paso del rey todos los que quedaban en la ciudad lloraban a gritos. La “ciudad de David” era dejada por el mismísimo David.  Mucho tiempo después otro Rey: Jesucristo, el Rey de reyes recorrería las mismas calles rumbo al Gólgota.
Cruzaron el valle de Cedrón y se internaron en el desierto. Sadoc y los levitas, cuya función era servir en el tabernáculo de reunión (aun no había un templo, esa tarea de construcción le correspondió a Salomón hijo de David) llevaban el arca del pacto. Al internarse en el desierto Abiatar hizo sacrificios a Dios.
Hago un paréntesis en la historia para reflexionar que pese a que fue una noche muy triste en la que David salió de su ciudad amada, no se dejó de hacer sacrificios a Dios, aceptando su inmensa y soberana Voluntad pese a los problemas que estaban viviendo. ¿Cómo reaccionamos nosotros? ¿nos quejamos delante de él creyendo que el universo debe girar en torno a nuestra voluntad? Aprendí el domingo que es una herejía cuestionar los designios de Dios.
David, reflexionando llamó a Sadoc el levita aparte y le dio instrucciones de regresar el arca del pacto a Jerusalén:

Si al Señor le parece bien me traerá de regreso para volver a ver el arca y el tabernáculo. Pero si El ha terminado conmigo entonces dejemos que haga lo que mejor le parezca. (2 Samuel 15.25)

El rey, al regresar el arca a Jerusalén lo hizo con otro plan también: Sadoc y Abiatar se convertirían en espías de David; manteniendo informado de los pormenores de Absalón al rey. El mensaje, para no despertar sospechas sería llevado por los hijos de Sadoc; Ahimás y Jonatán. Aún no había terminado de dar las instrucciones cuando le informaron que Ahitofel, su antiguo consejero se había pasado al bando enemigo. Eso fue una puñalada en la espalda porque posiblemente fue Ahitofel quien le aconsejaba la manera de pelear en las antiguas batallas y sabía lo extremadamente peligroso que era tenerlo en contra. El tipo aunque anciano ya era un estratega experto en guerras.

¡Oh Señor, haz que Ahitofel le de consejos necios a Absalón! (2 Samuel 15.31)

Si Absalón tenía la gente, la fuerza y la vitalidad de un joven, su padre David tenia la astucia de un zorro. El rey sabía que las batallas no las ganaba el más fuerte sino el más inteligente, prueba de ello fue Gedeón años atrás que únicamente con trescientos hombres dirigidos por Dios derrotó a todo un ejército de Amalec.
Cuando se enteró que Ahitofel aconsejaba a Absalón hizo que Husai, amigo cercano y consejero de David se uniera a Absalón con el fin de opacar el consejo de Ahitofel.

Una guerra se avecinaba, y sería el mejor estratega quien la ganará…

(continuará)

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