Una tragedia en la Familia Real (parte 4)

En treinta años de vida he tomado una filosofía como mía: “Procura en lo que puedas tener la mayor cantidad de amigos, y no busques enemigos, pues uno nunca sabe cuando puedes depender de las personas que menos esperas.”  Parece que David, sin querer descubrió esa filosofía, pues años atrás, cuando fue coronado rey de Israel hizo bondad con los descendientes de Saúl, antiguo rey ya muerto por amor a Jonatán su amigo del alma, hijo del rey Saúl. (Espero no enredarte con esta historia).
Aún era joven David, sentado en su trono en Jerusalén cuando recordó todo el trayecto que pasó para llegar hasta ese momento. Sus huidas al desierto siendo perseguido injustamente por el rey Saúl aún estaban frescas en su mente, realmente toma en cuenta que la inmensa mayoría del libro de los Salmos fue escritos en cuevas, huyendo para salvar su vida; así que imagina el llanto de este hombre a quien la Biblia lo cataloga como “un hombre conforme al corazón de Dios”, las aflicciones y al mismo tiempo la seguridad y confianza revelada únicamente por Dios para su vida dejando por escrito un legado de esperanza para los hijos de Dios.
Esa fue la razón por la cual, al morir Saúl y Jonatán el mismo día en una batalla; y siendo ya rey; con un corazón sensible pidió saber si había alguien de los descendientes de Jonatán a los que le pudiera hacer misericordia. Siba,  le informó acerca de Mefi-Boset, un muchacho lisiado de ambos pies desde pequeño por un error de su niñera quien por salvar su vida lo dejó caer dejándolo minusválido de por vida. David quiso mostrar la bondad de Dios para el, y lo trajo desde Lodebar hasta el palacio, devolviéndole con creces todo lo que le había sido quitado.
Muchos años después vemos a este mismo rey; con la cabeza cubierta, llorando amargamente y subiendo el monte de los Olivos descalzo, mismo monte donde Jesús lloró angustiado años más tarde en su última noche en la tierra. El capitulo dieciséis  de 2 Samuel nos da una sorpresa al narrar que el rey, poco después de subir la cima del monte de los olivos se encontró a  un viejo conocido: Siba aparecía en su vida de nuevo con un mensaje alentador. Los rumores sobre la rebelión de Absalón se extendieron a todo el país; y llegaron a oídos de Mefi- Boset quien devolvió al rey un favor hecho hace años. Junto a Siba, dos burros cargados con doscientos panes, cien racimos de pasas, cien ramas con frutas de verano y un odre lleno de vino era la provisión que David necesitaba para su huída.

Dios nunca desamparó al rey, y aún en estos momentos de zozobra su provisión siempre estuvo allí. Los burros fueron destinados para cargar al rey y sus acompañantes y mitigar el dolor que las piedras habían hecho a sus pies cansados ya. Al preguntarle a Siba por Mefi- Boset el criado se limito a decir que fue rumbo a la ciudad, porque aun lisiado recuperaría el reino que le fue quitado a Saúl.
Mientras recorría David y sus seguidores el camino hacia Bahurim salio un hombre de la aldea maldiciéndolos, era Simeí,  un benjamita de la familia de Saúl quien arrojando piedras al rey, a los oficiales y a los guerreros valientes que le rodeaban decía:

-          ¡Vete de aquí, asesino y sinvergüenza! El Señor te esta pagando por todo el derramamiento de sangre en el clan de Saúl. Le robaste el trono y ahora el Señor se lo ha dado a tu hijo Absalón. ¡Al fin te van a pagar con la misma moneda, porque eres un asesino!  (2 Samuel 16.7)

Abisaí, hermano de Joab y uno de los oficiales del rey al ver esta escena dijo:

-          ¿Cómo es posible que este perro muerto maldiga a mi señor el rey? ¡déjeme ir y cortarle la cabeza!
-          No – exclamó David - ¿Quién les pidió su opinión a ustedes los hijos de Sarvia? Si el Señor le dijo que me maldijera, ¿Quiénes son ustedes para detenerlos? Mi propio hijo quiere matarme, ¿acaso no tiene este pariente de Saúl todavía mas motivos para hacerlo? Déjenlo en paz y permítanle que maldiga, porque el Señor le dijo que lo hiciera; y tal vez el Señor vea con cuanta injusticia me han tratado y me bendiga a causa de estas maldiciones que sufrí hoy (2 Samuel 16.9-12)

Su penoso camino hizo una pausa en el río Jordán donde se detuvieron para descansar de una noche agitada.

Mientras tanto la caravana de Absalón y del ejército de Israel llegaba a Jerusalén. Entrando al palacio no vieron a nadie, salvo las diez concubinas que David había dejado al cuidado del palacio.

-          ¡Viva el rey! ¡Viva el rey! – Exclamó Husai, a quien David había mandado como una estrategia  para contrarrestar el consejo de Ahitofel.
-          ¿Es esta la forma en la que tratas a tu amigo David? ¿Por qué no estas con él?- Preguntó Absalón

Husai debía ser astuto en su plan; si Absalón notaba una señal de nerviosismo en él todo el plan del rey David se podía echar a perder. Por lo que con cabeza fría y con seguridad y animosidad en su voz respondió:

-          Estoy aquí porque le pertenezco al hombre que fue escogido por Dios y por todos los hombres de Israel. De todos modos ¿Por qué no he de servirte? Así como fui el consejero de tu padre. ¡ahora seré tu consejero!

Absalón cayó en la trampa y Husai fue uno de sus consejeros. Sentándose en el trono de David llamó a Ahitofel y le dijo

-          ¿Qué debo hacer ahora?
-          Ve y acuéstate con las concubinas de tu padre, porque él las dejó a cargo del palacio. Entonces todo Israel sabrá que has insultado a tu padre más allá de toda esperanza de reconciliación, y el pueblo te dará su apoyo. (2 Samuel 16.21)

Las concubinas del rey no solo eran destinadas para placer. Su función principal  era cuidar del rey en todos los aspectos, su aseo, su vestimenta y el cuido del palacio. Eran hermosas mujeres que le acompañaban mostrando así este su poder. A cambio, recibían protección, asilo y seguridad. Todo Israel sabía lo valiosas que estas mujeres eran para el rey, y el impacto que tuvo cuando su propio hijo Absalón violó a cada una de ellas a plena luz del día en una carpa sobre la azotea del palacio. Absalón dio por sentado que la antigua monarquía le importaba poco, aún siendo su padre el antiguo rey.
David tenía toda la razón al preocuparse por saber que Ahitofel era ahora consejero de Absalón debido a que fue Ahitofel quien aconsejó a su hijo violar a las concubinas. Su poder de influencia y su mente estratega eran asombrosos. “Cada palabra que decía Ahitofel parecía tan sabia como si hubiese salido directamente de la boca de Dios” (2 Samuel 16.23) 
Como en un ajedrez Ahitofel estaba moviendo sus piezas con el consentimiento del ahora rey. Sabía el potencial de pelea que David tenía a pesar de su edad y era mejor y más seguro eliminarle de una vez por todas. Fue por esa razón que nuevamente pidió audiencia con Absalón para presentar su nuevo plan:

Déjame escoger a doce mil hombres que salgan en busca de David esta noche. Lo alcanzaré cuando este agotado y desanimado. El y sus tropas se dejarán llevar por el pánico y todos huirán. Luego mataré solo al rey y te traeré de regreso a toda la gente, así como una recién casada vuelve a su marido. Después de todo es la vida de un solo hombre la que buscas. Entonces estarás en paz con todo el pueblo (2 Samuel 17.1)

Muy astuto consejo. Si a David quien tenía experiencia siendo proscrito y escondiéndose de quienes lo persiguen se le daba tiempo de huir era casi seguro que reagruparía sus tropas, a sus “Valientes de David”, atacarían el palacio y uno de los primeros en morir sería Ahitofel.
Dios cuida los pasos de sus hijos, y los protege aunque estos no puedan saberlo. Estaba por aprobarse el plan, cuando Absalón recordó que Husai fue consejero de David y lo llamó pidiendo una segunda opinión. El hombre al ver que su amigo y rey corría peligro trató de frustrar el consejo de Ahitofel:

Bueno, esta vez Ahitofel se equivocó. Tú conoces a tu padre y a sus hombres que son guerreros poderosos. En este momento están enfurecidos como una osa a la que le han robado sus cachorros. Y recuerda que tu padre es un hombre de guerra con experiencia. El no pasará la noche con las tropas. Seguramente ya está escondido en algún pozo o en alguna cueva. Y cuando salga y ataque y mueran unos cuantos de tus hombres, entonces habrá pánico entre tus tropas, y se correrá la voz que se están masacrando a las tropas de Absalón. Así pues hasta los soldados más valientes, aunque tengan el corazón de un león quedarán paralizados de miedo, porque todo Israel sabe que poderoso guerrero es tu padre y que valientes son sus hombres.
Recomiendo que movilices a todo el ejército de Israel y que llames a los soldados desde Dan al norte y Beerseba al sur. De esta manera tendrás un ejército tan numeroso como la arena del mar. Y te aconsejo que tú personalmente dirijas las tropas.
Cuando encontremos a David, caeremos sobre el como el rocío que cae sobre la tierra. De este modo ni él, ni ninguno de sus hombres quedarán con vida. Si David llegara a escapar a una ciudad, tu tendrás a todo Israel allí a tu mando. Luego podemos tomar sogas y derribar el muro de la ciudad hasta que cada piedra haya sido derribada (2 Sam 17.7-13)

 
Las palabras fueron más precisas que un disparo de francotirador sobre su victima. Absalón y los ancianos quedaron admirados de este consejo de Husai e inmediatamente aplaudieron y aprobaron la recomendación. El único que no estaba para nada feliz era Ahitofel pues se sintió marginado de todo. Con la exhortación Husai no había aplacado la ira de Absalón ni su sed de sangre, pero logro darle tiempo a David para informarle sobre el potencial de su hijo y de sus intenciones. Fue una cadena de espionaje: Husai le contó a Sadoc y Abiatar; sacerdotes de Dios, estos se lo contaron a una criada que inmediatamente salió de la ciudad a transmitir el mensaje a Jonatán y Ahimaas quienes estaban en En- Rogel y no en Jerusalén para evitar sospechas. El mensaje era más que claro:

“Encuentren a David, e insístanle que no se quede en los bajíos del río Jordán esta noche. De inmediato deben cruzar y adentrarse en el desierto, de lo contrario morirán él y todo su ejército”
Las paredes siempre tienen oídos, pues un muchacho casi sin querer escucho dicho mensaje y corrió a informárselo a Absalón. Comenzaba una cacería de zorras y era prioridad del rey buscar y matar a Jonatán y Ahimaas para que no transmitieran el mensaje.

(continuara) 

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