Una tragedia en la familia real

Si hay una historia que conmueve las fibras de mi corazón en la Biblia es la siguiente. No puedo evitar escribir estas líneas sin que un par de lágrimas intenten brotar de mis ojos, aún más cuando mentalmente imagino el entorno de aquel hombre, el cual teniéndolo todo lloraba amargamente. Omitiré nombres para hacer un poco más interesante la historia, aunque en el transcurso de esta será inevitable dejarlos de mencionar.

“ Al escuchar la noticia del centinela en el muro, El rey se puso en pie. Su corazón desde que la batalla comenzó estaba pendiendo de un hilo, pensando lo peor. Las personas que él amaba estaban en el fragor de la ofensiva, en especial su hijo; la razón de su angustia al temer por su vida.
El rey no dudaba de la capacidad de su ejército, sabía que a lo largo de cruentas batallas, incluso en las que él mismo participó; había formado hombres diestros en la espada, arqueros envidiables y valientes paladines. Todo Israel sabía eso, y si en algo se enorgullecía el pueblo era de la capacidad bélica de sus gentes, quienes con un sabor agridulce en su boca salían a enfrentar a sus enemigos cada vez que fuera necesario.
Una nación incapaz de defenderse por sí misma subsistirá mientras las demás la dejen subsistir. Era un pensamiento que había aprendido mediante la experiencia propia.
Hoy se encontraba en la puerta de la ciudad, como un adulto mayor, navegando en la zozobra de la incertidumbre, sin poder dormir esperando tan ansiada noticia.
Cuando el atalaya afirmó que un hombre corría desde la batalla, se llenó de positivismo y pensó lo mejor:

-         Si este hombre viene solo, debe traer buenas noticias.

No había aun terminado de concebir la idea en su mente cuando el centinela, desde su puesto de vigilancia anunció que un segundo hombre corría tras el primero. Definitivamente, al ver la prisa que estos traían era para suponer buenas nuevas. En efecto, el primero en llegar a la escena anunciaba con gran gozo:

-         ¡Bendito sea el Señor tu Dios que ha destruido a los rebeldes que se atrevieron a levantarse en tu contra!

Inmediatamente en la ciudad, un grito de celebración surgió entre la multitud. Y de voz en voz se corría la buena nueva. Apenas se podía escuchar la voz del rey, preguntándole a Ajimaz, hijo de Sadoc el estado de su hijo en la batalla.

-         Había mucho alboroto cuando me enviaron a darte esta noticia, así que no supe bien acerca de él.
-         Espera aquí – le dijo el rey.

El segundo hombre recién entraba a la ciudad. Tras dar las buenas nuevas al anciano acerca de la victoria, el rey preguntó al soldado acerca de su hijo en la batalla:

-         ¡Ojala todos los enemigos de mi señor el rey mueran como murió ese muchacho! – respondió el soldado.

Al oír tan grave noticia, el rey rompió a llorar y se lamentaba diciendo:

¡Ay, Absalón,  Hijo mío! ¡Absalón Hijo mío! ¡Ojalá hubiera muerto yo en tu lugar hijo mío!.
El principe, había sido muerto esa misma tarde bajo la espada del ejército de su padre; comandaba las líneas enemigas en contra de su progenitor, el rey David. El gozo de la victoria de aquel día se vio opacada por una profunda tristeza.

* * *

Tan triste historia comenzó cuando aún los hijos de David eran adolescentes. Absalón tenía una hermosa hermana llamada Tamar. Amnón su medio hermano se enamoró intensamente de ella a pesar de ser media hermana suya también. Tan fuerte y sufrido era el amor de Amnón por Tamar que constantemente caía enfermo por la ansiedad y la frustración de no tenerle. Y no era para menos, pues en todo el reino de Israel habrase visto tal hermosura en una mujer.



Jonadab, primo de Amnón al enterarse de la situación sentimental de este, astutamente ideó un plan para que ambos estuvieran a solas. El joven enamorado, siguiendo los consejos de su primo, se recostó en cama, fingiéndose enfermo. Cuando David lo vio, su hijo le suplicó que fuese Tamar quien lo alimentara, pues así se sentiría mucho mejor. El rey estuvo de acuerdo, y ordenó a Tamar al cuidado de su medio hermano. Este consentimiento fue el origen de las desgracias del ahora anciano, pues cuando la hermosa joven llegó a alimentarlo, éste, cerrando las puertas de su habitación, y no escuchando los ruegos de ella la violó y una vez satisfechos sus instintos animales la echó fuera de su habitación cerrando las puertas tras ella, para no verle más.
La vestimenta de las mujeres vírgenes en Israel consistía en una túnica larga y blanca con mangas largas. Al salir ella de la casa de Amnón, rasgó su túnica en señal de infamia, echó ceniza sobre ella y con sus manos en la cabeza salió gritando y llorando.
El primero en enterarse del suceso fue Absalón, quien le aconsejó que la joven se tranquilizara y no fuese a hacer nada. Su padre el Rey, también se enojo mucho por el suceso, pero no pasó a mas.
Reza un dicho que la venganza es un plato que debe servirse frío, para el joven Absalón fue así. Desde la infamia cometida contra su hermana, dejó de dirigirle la palabra a Amnón, y se limitaba a observarle en eventos reales, cuando la familia se reunía y en otras ocasiones. A pesar que habían pasado dos años ya, y que para la inmensa mayoría el suceso había sido un trago amargo en la vida de la familia real, Absalón no olvidaba su rencor y su odio, quien estaba junto a él como un oscuro compañero esperando salir a flote y sacar su furia contenida por meses ya. No había día donde no planease la muerte de su hermano Amnón.
La oportunidad le llegó a su vida cuando estaban esquilando las ovejas de su rebaño y hacer una fiesta conmemorando el suceso. Absalón invitó a su padre a unirse a la celebración, pero el rey no quiso, temiendo ser una carga para su hijo. Tras muchos ruegos, el rey simplemente le dio su bendición. Había llegado el día que Amnón debía morir por sus actos.
Al hacer los preparativos para la fiesta, el joven Absalón dio orden a sus criados de asesinar a Amnón cuando este estuviera borracho, y estos así lo hicieron. Cuando los otros diez vieron el suceso se levantaron, montaron sus mulas y huyeron del lugar. Aún no llegaban a Jerusalén cuando la noticia la sabía el mismísimo rey ya:

¡Absalón ha dado muerte a todos tus hijos! ¡Ninguno ha quedado con vida! (no me culpen; así está en la Biblia, hasta en los tiempos antiguos los chismosos tenían un lugar)
Algo curioso es que fue el mismísimo Jonadab, quien hacía dos años creara el malévolo plan que llevó por fruto la violación de su prima quien consoló al rey, diciendole que solo Amnón había resultado muerto (si es que eso se puede tomar como un consuelo).
De los trece hijos del Rey David solamente once regresaron junto a él. Amnón yacía muerto en casa de Absalón, y este se había lanzado como un proscrito, sabiendo que así como este había tomado la justicia por sus manos la podía tomar cualquiera de sus hermanos. (continuara)

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