Cronicas de una Conquista (Parte I)
Las cosas no iban de maravilla como se esperaba. No era cosa fácil para Moisés y Aarón el apaciguar el ánimo de aproximadamente dos millones de personas en pleno desierto de Parán. Si bien no les faltaba absolutamente nada el pueblo sentía desesperación por llegar a la tierra que Dios prometió. Moisés, a quien Jesús se refirió de él como la persona más mansa sobre la faz de la tierra era el medio por el cual Dios se dirigía al pueblo.
Una mañana Dios dio una orden a Moisés. Llamando al levita encargado del servicio en el tabernáculo hizo sonar una de las dos trompetas de plata labradas que servían para convocar a los jefes de las tribus. La orden que Dios había dado era precisa y tendría que efectuarse lo más pronto posible:
“Envía espías a la tierra de Canaán; la tierra que le voy a dar a Israel. Envía uno de cada tribu…”
Números 13.1-2
Rápidamente al escuchar el sonido de la trompeta los doce jefes, uno de cada tribu se presentó delante de Moisés en el tabernáculo de reunión. Entre ellos estaba Oséas, un israelita de la tribu de Efraín el cual desde que salieron de Egipto había estado cerca de Moisés a tal grado que se había convertido en su ayudante.
A diferencia de nuestros días el nombre en los tiempos antiguos era de vital importancia porque era profético. Jacob (usurpador) se hizo pasar por su hermano Esaú (Peludo, piel de cordero) para robar su primogenitura. Tiempo después al luchar con un ángel Dios cambió su nombre a Israel (el que lucha con Dios). El nombre era cambiado cuando un evento importante marcaba la vida de la persona (Abram por Abraham, Noemí por Mara, Leví por Mateo, Simón por Pedro, Saulo por Pablo son claros ejemplos de ello).
Para Oséas, uno de los espías enviados a tierra de Canaán; ese día fue uno de los más importantes en su vida. Fue Oséas quien meses atrás había dirigido como capitán a seiscientos mil hombres de guerra contra Amalec y probado su hombría y valor juntamente con la mansedumbre y fidelidad al permanecer al lado de Moisés como su servidor.
El Creador sabía perfectamente la buena madera con la que Oséas fue formado así que decidió cambiar su nombre de Oseas (Salvación) a Josué (el Señor es Salvación) años más tarde comprendemos el porque de tal cambio, pues de no tener presente al Señor como su Salvación a la entrada y reconocimiento de la tierra prometida Oséas, ahora mejor conocido por Josué el hijo de Nun ni siquiera hubiese entrado a ella muriendo en el desierto con toda su generación. Aunque conoces la historia no quiero adelantarme a los hechos y contarlos perfectamente tal como ocurrieron según Números 13 y 14.
Vayan hacia el norte, hacia el Neguev, y suban las montañas y observen que tal es la tierra; fíjense además, como es el pueblo que vive allí, si son fuertes o débiles; pocos o muchos; si la tierra es fértil o no y que clase de ciudades son, si son pueblos sin muros o son ciudades fortificadas; si la tierra es rica o pobre, y si hay árboles. No teman y cuando regresen traigan algunas muestras de los frutos que vean (era la época donde comenzaba la vendimia)
Números 13.17-20
Siempre creí que el reconocimiento que estas doce personas hicieron en la tierra de Canaán fue a la distancia, no acercándose a las ciudades, hoy, leyendo el capítulo 13 y 14 de Números veo que no fue así. Durante cuarenta largos días estas personas anduvieron por desiertos, cruzaron ríos, visitaron ciudades comerciando en ellas y de cierta manera se relacionaron con las personas de ese lugar. Pudieron palpar la tierra, observar maravillados los frutos que esta producía y como infiltrados observaron con detenimiento los descendientes de los cananeos en sus diversas tribus recorriendo la tierra de extremo a extremo y de sur a norte.
Se asombraron muchísimo por la cantidad de fruto en el valle de Escol siendo allí donde cortaron un racimo de uvas tan frondoso que necesitaron transportarlo en un palo cargado por dos hombres. Si pudiésemos describir en una sola palabra a la tierra de Canaán definitivamente sería “abundancia”.
Mientras tanto en el desierto de Zin una multitud esperaba con ansias el regreso de aquellos doce. La ilusión de poder hacer planes a futuro, cosechas abundantes, riquezas en abundancia constantemente dibujaba una sonrisa en cada miembro del pueblo de Israel. Para ellos acababa un período de desierto, de incomodidades, de peregrinaje y pasarían a poseer la tierra que el Señor les prometió por medio de Moisés. Nadie les había advertido e incluso ellos pasaron por alto que dicha tierra debía conquistarse primero. La noticia de diez de los doce espías enviados fue como una puñalada en los sentimientos del pueblo:
Llegamos a la tierra que ustedes (Moisés y Aarón) nos enviaron a explorar y encontramos que es una tierra excelente de la que realmente fluye leche y miel. Hemos traído estos frutos como muestra. Pero el pueblo que vive en ella es poderoso, sus ciudades están fortificadas y son grandes y, lo que es peor, hemos visto gigantes descendientes de Anac en aquellos lugares. Los amalecitas viven en el sur, mientras que en los montes hay heteos, jebuseos y amorreos. A lo largo de la costa del Mediterráneo y en el valle del Jordán están los cananeos
Números 13.27
¿Alguna vez te has encontrado con un problema que a simple vista es imposible de superar pero una vez lo intentas descubres que no era tan difícil? Escribo esto porque la tierra que ellos describían con sus habitantes fue la misma que Josué conquistó cuarenta años más tarde a sus ochenta y cinco años.
¿De que dependió el desánimo del pueblo? Del informe que estos diez hombres dieron. Miraron el problema, más no recordaron que Dios estaba con ellos desde que salieron de Egipto un par de meses atrás.
En la II Guerra Mundial aquellos soldados de cualquier bando que bajaban la moral de las tropas eran severamente castigados, incluso algunos so pena de muerte. Una de las causas que enfureció a Dios acerca de ese informe es el permitir que el ánimo del pueblo decayera por su falta de fe. Ten cuidado cuando alguno de tus hermanos atraviese un desierto de pruebas y tú en lugar de animarle le eches sal sobre sus heridas; pues recuerda que en las muchas palabras no falta pecado. Eres responsable como hijo de Dios de modelar la vida de Cristo ante aquellos que necesiten de su Espíritu.
Jesús dijo acerca de ello:
“Pero si hacen que uno de estos pequeños que confía en mí caiga en pecado, sería mejor para ustedes que se aten a una gran piedra de molino alrededor del cuello y se ahoguen en las profundidades del mar” (Mateo 18.6)
En medio de la noche más oscura hubo un hombre que tomó una actitud distinta. No desacreditó el informe proporcionado por los diez espías, pues sabía que ellos habían dicho la verdad; el problema era real y estaba frente a ellos. Sin embargo para Caleb, hijo de Jefone, el problema no era algo que lo obligaba a detenerse, sino al contrario, lo motivaba a vencer.
El apóstol Pablo escribía a su hijo en la fe Timoteo las siguientes palabras de aliento:
“Porque no nos ha dado Dios un Espíritu de cobardía; sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1.7)
Quiero dejar en claro que el hecho de alcanzar una victoria no depende de ti como lo predican en infinidades de iglesias alrededor del mundo. Pablo, en el texto anterior, se refería al Espíritu Santo que fue depositado en nosotros por el inagotable amor y gracia de Dios, Padre de los Espíritus. Jesús es el vencedor, pues venció la muerte con poder. Lo único que Caleb hizo, y posteriormente Josué fue tener fe en aquel quien podía darle la victoria a Israel. Ten en cuenta que si bien eres parte de los ejércitos del Dios Viviente; la armadura, las armas y la victoria corresponden a Dios. La gloria le corresponde a El y no la comparte con nadie. Tu trabajo consiste únicamente en darle un uso correcto a todo lo que el Creador puso en tus manos para vencer.
Posiblemente este día tú estés atravesando una difícil situación en tu vida, y al igual que Israel el informe que escuchas a tu alrededor no es muy alentador. Siempre vas a encontrar personas que te dirán que no podrás vencer, que desistas de pelear por lo que sueñas o que el problema es demasiado grande para combatirlo. Lastimosamente muchas veces escucharas esos informes de las personas más cercanas a ti y que amas. Solo quiero que recuerdes que Jesús se compara a un buen pastor y te compara a ti como una oveja de su redil. David en el salmo 23 lo ilustra de una manera más comprensible: “Aún cuando atraviese el negro valle de la muerte, no tendré miedo, pues tú irás siempre muy junto a mi. Tu vara de pastor y tu cayado me protegen y me dan seguridad”.
Jesús tiene el control, para el no hay imposibles
Comentarios
Publicar un comentario