De todo un poco... (Por Badger Joon)
Me permito abusar del blog de mi colega emplumado para hacer llegar hasta tu ordenador una lectura muy entretenida. En lo personal disfruto mucho de los escritos de Lewis debido a que en un zas transforman tu mente a la de un infante arrancando carcajadas desde lo más profundo de tu interior y mientras avanzas dos páginas en tu lectura; un torrente de lágrimas corren de tus ojos, pues describe tan gráficamente los sentimientos que te transportan al lugar narrado. Al mismo tiempo que cuenta una historia, Lewis está declarando una verdad disfrazada en sus escritos. Humildemente (y si tienes tiempo, por supuesto) me gustaría descubrieras la verdad metafórica a la que el autor hace referencia...
Mis más sinceros saludos y gracias Búho por tu confianza
De pronto sintieron una brisa que venía del este, que revolvió la cresta de la ola formando figuras de espuma, y encrespó el agua tranquila a su alrededor. Duró solo un segundo, pero ninguno de esos tres niños podrá jamás olvidar lo que les trajo en ese segundo. Les trajo un aroma y un sonido, un sonido musical. Edmundo y Eustaquio nunca hablaron de esto después.
Lucía solo pudo decir:
- Era de partir el corazón
- ¿Por qué? – le pregunté - ¿era muy triste?
- ¿triste? ¡Oh no! – dijo Lucía
Ninguno en aquel bote dudó que estuviera mirando más allá del fin del mundo, hacia el país de Aslan. En ese momento, con un crujido, el bote encalló. El agua era demasiado baja incluso para el bote.
- Aquí – dijo Rípichip – es donde yo sigo solo.
Ni siquiera trataron de detenerlo, ya que todo parecía estar predestinado, o haber ocurrido antes. Lo ayudaron a bajar de su pequeña barquilla; él se sacó su espada – no la volveré a necesitar – dijo, y la arrojó lejos sobre el mar de lirios y, donde cayó, quedó parada con la empuñadura por encima de la superficie. Luego dijo adiós a todos, tratando de sentir tristeza por ellos; pero la verdad es que se estremecía de felicidad.
Lucía, por primera y última vez en su vida hizo lo que siempre había deseado: lo tomó en sus brazos y lo acarició. Luego Rípichip se subió apresuradamente a su barquilla, tomó su remo y la corriente lo envolvió y se lo llevó. Se veía muy negro en medio de los lirios, pero no crecían lirios sobre las ola; era una cuesta suave y verde. La barquilla iba cada vez más rápido y finalmente subió por el lado de la ola en una forma maravillosa. Por una fracción de segundo vieron su silueta y la de Rípichip en la cumbre. Luego se desvaneció, y desde entonces nadie puede afirmar que haya visto verdaderamente a Rípichip el ratón. Pero yo creo que llegó sano y salvo al país de Aslan, y que sigue viviendo allí hasta el día de hoy.
A medida que salía el sol, se perdían de vista esas montañas de fuera de mundo. La ola permaneció allí, pero tras ella solo se veía el cielo azul. Los niños abandonaron el bote y empezaron a vadear, no hacia la ola, sino hacia el sur, teniendo el muro de agua a su izquierda. No podían explicar porque hacían eso; era su destino. Y, aunque habían sentido (y así había sido) que habían crecido mucho a bordo del Explorador del Amanecer, ahora sintieron justo lo contrario y se tomaron la mano mientras avanzaban dificultosamente entre los lirios. Nunca tuvieron cansancio. El agua era tibia y cada vez se hacía menos profunda, hasta que finalmente pisaron arena seca y luego pasto, un inmenso llano de pasto muy fino y corto, casi al mismo nivel del Mar de Plata, que se extendía en todas direcciones, sin ningún tope. Y, por supuesto, como a menudo ocurre en un lugar absolutamente plano y sin árboles, parecía que el cielo bajaba a juntarse con el pasto delante de ellos. Pero a medida que avanzaban tenían la extrañísima sensación de que aquí realmente por fin el cielo bajaba y se juntaba con la tierra, un muro azul muy brillante, pero sólido y real y lo más parecido a un cristal que hayas visto. Pronto ya no tuvieron ninguna duda. Ahora estaba muy cerca. Pero entre ellos y el final del cielo vieron algo tan blanco sobre el pasto verde, que aún sus ojos de águila apenas fueron capaces de mirar. Se acercaron y vieron que se trataba de un Cordero.
- Vengan a tomar desayuno – dijo el Cordero con su voz dulce y tímida.
Entonces los niños vieron una fogata en el pasto, que no habían visto antes, y un pescado que se estaba asando en ella. Se sentaron y comieron el pescado, con hambre por primera vez en muchos días. Fue la comida más deliciosa que jamás habían probado.
- Por favor Cordero, dime si este es el camino para llegar al país de Aslan. – Pidió Lucía.
- No para ustedes – dijo el Cordero – Para ustedes, la puerta para llegar al país de Aslan se encuentra en su propio mundo.
- ¿Qué?- Exclamó Edmundo. - ¿hay un camino hacia la tierra de Aslan desde nuestro mundo también?
- Hay un camino para llegar a mi país desde todos los mundos – dijo el Cordero.
Pero a medida que hablaba su blancura de nieve se encendió en un dorado tostado, y su tamaño también cambió y fue el propio Aslan con su cuerpo de león quien se alzó ante ellos, desparramando luz de su melena.
- ¡Oh Aslan! – dijo Lucía - ¿Nos dirás como podemos llegar a tu país desde nuestro propio mundo?
- Siempre se los estaré diciendo – respondió Aslan – pero no les diré cuán largo o corto será el camino; sino solo que el camino será a través de un río. Pero no deben temer; Yo soy el Gran Constructor del Puente. Y ahora vengan. Voy a abrir la puerta en el cielo y los enviaré a su propio mundo.
- Por favor Aslan – rogó Lucía – antes de partir, dinos cuando podremos volver de nuevo a Narnia. Y por favor te suplico que sea pronto.
- Mi adorada niña – dijo Aslan con mucho cariño – Tú y tu hermano nunca volverán a Narnia.
- ¡Aslan! – dijeron Edmundo y Lucía al mismo tiempo y con voz desesperada.
- Niños – les dijo Aslan – ustedes ya son demasiado grandes y ahora deben empezar a acercarse a su propio mundo.
- No se trata de Narnia, eso tú lo sabes – sollozó Lucía – se trata de ti. Allá no te veremos y ¿Cómo podremos vivir sin verte más?
- Pero si me van a ver, mi amor – dijo Aslan
- ¿estás…estás allá también Señor? – preguntó Edmundo
- Si – repuso Aslan – pero allá tengo otro nombre. Ustedes deben aprender a conocerme por ese nombre. Esa fue la verdadera razón para que ustedes vinieran a Narnia: para que conociéndome un poco aquí, pudieran conocerme mejor alla…
(Tomado de “Las crónicas de Narnia III: La Travesía del Explorador del Amanecer” por C. S. Lewis)
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