El Favor Inmerecido

Poco tiempo después de ganar la batalla del puente de Arcole y sacar de una vez a las fuerzas de resistencia austriacas; Napoleón Bonaparte, apodado cariñosamente por sus compañeros como “El Pequeño Cabo” (le petit Caporal) debido a su camaradería con sus iguales; celebraba su triunfo de manera euforica. Sin embargo, pese a su carisma Napoleón escondía una crueldad dentro de sí.
Cuenta una anécdota acerca de esta celebridad, que tras ganar dicha batalla anteriormente mencionada el futuro dictador se propuso dar muerte a los traidores y prisioneros de guerra. Este cruel acto lo hacía a vista de todo el pueblo para que los demás aprendiesen una lección sobre las consecuencias de una rebelión. Dichos condenados pasaban horas amarrados de pies y manos en la plaza de la ciudad para perder la vida ya sea en la guillotina o en la horca.
Fue en esas horas angustiosas donde los prisioneros esperaban su muerte, que una vieja mujer pidió audiencia con Napoleón. Su rostro, demacrado por el sufrimiento le hacía parecer como si hubiese perdido la vida en angustias. Las bolsas bajo sus ojos daban a entender noches enteras de insomnio y había cesado su llanto, no por dejar de sentir dolor, sino porque sus lágrimas simplemente ya no salían de sus ojos.
Su angustia se debía a que su único hijo había sido prisionero por el ejército Napoleónico y su destino estaba más que claro. La vida o la muerte de su hijo dependía exclusivamente de la decisión de Napoleón y la última esperanza de esta mujer era rogarle a Bonaparte que le perdone la vida a este muchacho quien por perseguir sus ideales perdería la vida por sus actos.
El futuro emperador escucho los llantos de esta mujer, quien con denuedo le imploraba misericordia para su único hijo.
No logro plasmar en estas líneas el tormento de esta mujer, pero si tu eres madre entenderás que ella haría cualquier cosa para estar en el lugar de su hijo.

-          ¡¡¡Oh buen hombre, imploro ante ti tu favor y tu misericordia, ten piedad de mi hijo!!!

Eran los ruegos constantes de la anciana tan fuertes que eran escuchados en el lugar. Napoleón decidió estudiar el caso en un aire de compasión. Preguntó a sus guardias sobre el muchacho y el motivo por el cual sería ejecutado y al saber con lujo de detalles lo que había hecho con un tono sombrío le dijo a la anciana:

-          Mujer, las acciones de tu hijo no merecen misericordia alguna


La angustiada madre sin valor incluso para levantar la mirada dijo a Bonaparte:

-          Lo sé mi señor. Sé que mi hijo no es inocente y merece morir por sus acciones. Pero si mi muchacho mereciera misericordia alguna  no sería misericordia lo que imploro a ti…


¡Cuanta razón tenía esta mujer! En el plano espiritual fuimos culpados de rebeldía delante de Dios y nuestro destino inminente es la muerte. En las últimas semanas he estado aprendiendo mucho acerca del regalo inmerecido de la gracia de Dios y he entendido que nosotros como hombres, por nuestra naturaleza, no podemos ser justificados. Quiero que leas conmigo Romanos 3.10-17 y juntos nos demos cuenta de nuestra podrida y corrupta naturaleza humana y sin intención alguna de ofender será la misma palabra de Dios quien nos guíe a la verdad:
El hombre en su carne puede justificarse a sí mismo por su carácter, sus palabras y sus acciones.
Dios a través de su Palabra nos hace ver que no podemos ser justificados por ninguna de esas tres cosas:

Por nuestro carácter:

Nadie es bueno, nadie en absoluto. Nadie entiende, ninguno busca a Dios. Todos han perdido el camino; nadie vive como Dios manda. Romanos 3.10-12 NBD

Deglosando esta verdad nos damos cuenta de varias cosas:

  1. Todos los hombres somos universalmente malvados: (No hay justo ni aun uno) Llevamos en nuestro ser esa naturaleza pecaminosa que fue introducida al mundo por el pecado de Adán. El profeta Isaías declara que nuestras mejores obras son como un trapo de inmundicia delante de Dios. ¡aún nuestras buenas obras no sirven para nada! ¿alguna vez trataste de no cometer errores en un día? ¿lo lograste? Yo tampoco, la maldad esta ligada a nuestro ser, esa es la razón por la que no podemos ser buenos.
  2. Todos los hombres somos espiritualmente ignorantes. (Ninguno busca a Dios) De haber tenido sabiduría propia para buscar de Dios no existieran tantas religiones en el mundo. Nadie puede buscar al Dios verdadero sin que Jesucristo lo revele antes, por esa misma razón Jesús se autodenomina “camino, verdad y vida” en Juan 14.7
  3. Todos los hombres somos totalmente rebeldes: (Todos han perdido el camino) No hay cosa peor que aun sabiendo el camino correcto no lo recorramos, por el hecho que nuestro corazón continuamente esta inclinado hacia el mal (Génesis 6.5)
  4. Todos los hombres somos moralmente corruptos: (Nadie vive como Dios manda) Uno de los tantos conceptos de corrupción lo define como el proceso natural de degradación de un organismo tras su muerte. Nacemos espiritualmente muertos (pues es Cristo quien da la vida) y si no hacemos nada por tener a Cristo en nuestro corazón nuestro espíritu se descompone gradualmente (hablando metafóricamente) esto se refleja en las obras de la humanidad.


Por nuestras Palabras

Sus conversaciones están llenas de suciedad, como el hedor de una tumba abierta; sus lenguas están cargadas de engaños. Cuando dicen, está impregnado de veneno de serpientes, sus bocas están llenas de maldición y amargura. Romanos 3.13-14 NBD

  1. Todas las palabras de los hombres son mortecinas (Sepulcro abierto es su garganta. Rom. 3.13 RV1960) La Biblia en el libro de proverbios nos advierte que hay caminos que al hombre le parecen derechos, pero su fin es camino de muerte. Últimamente una ola de humanismo ha invadido nuestra sociedad. Pensamiento positivo y doctrina de hombres. Hay gente que prefiere leer a Paulo Coehlo o a Chopra siguiendo su manera de pensar haciendo a un lado al Autor de la Vida. Si únicamente en Jesús se encuentra la vida, entonces cuando le hacemos a un lado estamos cargándonos de filosofías y letras muertas en pocas palabras nuestro hablar es muerte.


  1. Todas las palabras de los hombres son engañosas. (sus lenguas están cargadas de engaños) En más de una ocasión hemos engañado y defraudado a alguna persona en nuestra vida. Esto sin contar a un par de mitómanos y mentirosos compulsivos que conozco. Bien lo dijo Dios en el libro de los proverbios que en las muchas palabras no falta pecado (Proverbios 10.19) y Jesús enseñaba a sus discípulos que aquello que es más de un SI o un NO procede del mal (Mateo 5.37). Hace un par de meses comprendí algo que cambio mi manera de pensar. Cada vez que decimos una mentira esta nace desde el mismo corazón de Satanás, la causa de ello es que Satanás es el padre de mentira y no hay verdad en él (Juan 8.44).

Por nuestras acciones

Matan con rapidez y ligereza; dondequiera que van dejan tras si destrucción y miseria. Nunca han sabido lo que es paz. No les importa Dios ni le temen…Romanos 3.15-17 NBD

¿Por qué nos culpa Dios de asesinato? Si bien es cierto que Dios ofreció a su hijo como un sacrificio en la cruz y que Jesús obedientemente se entregó a sí mismo por nosotros debemos reflexionar que fueron nuestros pecados lo que lo llevaron a hacer ese tremendo acto de amor.
Muchos aún conociendo a Dios le damos poca importancia al pecado. John Pipper define el pecado como “Deshonrar a Dios prefiriendo otras cosas antes que a Él, y actuar conforme a esas preferencias. Glorificamos lo que más disfrutamos y eso no es Dios. Por lo tanto, el pecado no es algo pequeño, porque no es contra un soberano pequeño. La seriedad de un insulto aumenta según la dignidad del insultado. El Creador del Universo es infinitamente digno de respeto y admiración y lealtad. Por consiguiente, dejar de amarlo no es cosa trivial sino traición. Esto difama a Dios y destruye la felicidad humana”. (Tomado del libro “La pasión de Jesucristo” de John Pipper)

Ahora comprendemos porque el apóstol Pablo decía que no tenemos excusas. Por sus propios méritos nadie puede acercarse a Dios. Todo se resume en la inmensa gracia de Dios que nos salvo. Posiblemente estés pensando ¿entonces donde queda nuestra fe? “nuestra fe en Jesucristo nos salva” Permíteme corregirte primero: La fe que tenemos no es nuestra, es de Dios. Hebreos 12 nos dice que Jesucristo es el autor y consumador de la fe, en pocas palabras es el dueño y el operador de esta. Lo único que teníamos como requisito para ser salvos es dado por Dios.
Lo detallaré más claro aún: ¿Qué sucedió la noche de mi conversión el 28 de octubre de 1999? Dios en su misericordia uso de su gracia para llamarme a mi. Solo podía ser salvo por medio de la fe, así que fue la gracia de Dios que depositó esa fe necesaria en mi corazón para que yo hiciera testimonio de ella. Con esto Dios me dio a entender que todo, absolutamente todo depende de Él. Por esta razón romanos nos dice:

“Pues Dios le dijo a Moisés: Tendré misericordia de quien yo quiera, y mostraré compasión con quien yo quiera” (Romanos 9.15)


Es que quiero que comprendas con humildad que Dios nos hace ver que somos unos ineptos, inútiles y perversos para acercarnos a El (no lo digo yo, lo dice romanos). Hay un versículo muy usado a la hora que evangelizamos, efesios 2.8 nos dice

“Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios…”

Te hago la siguiente pregunta ¿según este versículo que es lo que nos salva? ¿La gracia o la fe? Si la fe nos salvara el decidir si tenerla o no se convertiría en una obra para ser salvos, y seríamos co- participes de la salvacion (Cristo + mi fe = Salvación) pero efesios nos dice que ES POR GRACIA QUE SOMOS SALVOS. La fe es el medio que Dios puso en nosotros para obtenerla. La intención de este día es que comprendas que nosotros no tenemos nada de parte en esto. Fue el inmenso e inagotable amor de Dios lo que nos hizo acercarnos a Él. Fue Dios quien hizo a un lado nuestras faltas (que merecían la muerte en nosotros) y nos dio por la misma soberana gracia a Jesucristo por medio de la fe que EL  es autor. Dios es un Dios de gracia.
El apóstol Pedro escribía algo que es ideal acerca de este tema del cual tocamos, son unas excelentes palabras de despedida también para cerrar el tema:

Mas el Dios de toda GRACIA, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después de que hayáis padecido un poco de tiempo, el mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.
A El sea la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén

1 Pedro 5.10-11



No me gloriare,  de nada que haya en mí
Que sería yo,  si no fuera por ti
Nada hice yo, por buscarte a ti
Grande es señor,  tu amor por mí

CORO
Por tu gracia soy, lo que soy
Solo por tu bondad
Y tu poder, en mi debilidad

No me gloriare,  de nada que haya en mí
Que sería yo,  si no fuera por ti
Nada hice yo, por buscarte a ti
Grande es señor,  tu amor por mí

CORO
Por tu gracia soy, lo que soy
Solo por tu bondad
Y tu poder, en mi debilidad


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