En el tiempo y momento precisos

… Hay cierta raza dispersada por todas las provincias del imperio que se mantienen aisladas de todas las demás. Tienen leyes diferentes de los demás pueblos y se niegan a obedecer las leyes del rey. Por lo tanto, no conviene a los intereses del rey que este pueblo siga con vida. Si al rey le agrada, que emita un decreto para destruirlos y yo donaré diez mil bolsas grandes de plata a los administradores del imperio para que lo depositen en las tesorerías del reino…
Tan macabra orden solo podía provenir de Amán, hijo de Hamedata; la Biblia lo pondera como “enemigo de los judíos”. El mismo Amán a quien el rey Jerjes lo había colocado por lo más alto de todos los nobles de Susa, capital del reino. Su apatía con el pueblo de Dios fue originada por Mardoqueo, uno de los muchos israelitas que tuvieron el infortunio de sufrir el exilio a Babilonia. Por decreto del rey Jerjes todos debían de inclinarse ante Amán, y de esa manera lo hicieron todos; menos Mardoqueo, quien día a día a pesar de las múltiples amenazas recibidas por los funcionarios del reino no se doblegó. Esto provocó la furia de Amán, quien quiso acabar no solamente con Mardoqueo, sino desquitarse con toda su raza. Iba a hacer todo lo posible en sus manos para exterminar a todos los judíos del reino.
Cuando el hijo de Hamedata presentó su elocuente propuesta delante del rey Jerjes y sabiendo que Amán incurriría con los gastos de la ejecución le pareció bien al rey emitir el decreto por escrito, redactándose este en nombre del rey Jerjes y sellado con el anillo del rey. Se enviaron comunicados a todas las provincias del reino y en todos los idiomas existentes con la orden de masacrar y aniquilar a todos los judíos, jóvenes y ancianos incluyendo mujeres y niños en un solo día. El plan estaba programado para el 7 de marzo del año siguiente y las pertenencias de los judíos serían entregadas a quienes los mataran.
Una copia del decreto debía emitirse como ley en cada provincia y proclamarse a todos los pueblos, con el fin que el día señalado todos estuvieran preparados para cumplir con su deber. La misma orden se proclamó en Susa, capital del reino y poco tiempo después Amán y el rey Jerjes se sentaron a beber mientras la ciudad de Susa entraba en confusión.
Mardoqueo, al enterarse de los sucesos y saber que les quedaba poco tiempo, rasgó sus vestidos, se cubrió de silicio (una tela áspera que simbolizaba dolor y arrepentimiento), se arrojó en ceniza y salió llorando por la ciudad hasta llegar a la puerta del palacio. Al mismo tiempo, las órdenes eran dadas por todas las provincias, provocando el duelo del pueblo de Israel. Ellos ayunaban, lloraban y se lamentaban por su triste condición.
Había una persona quien tuvo que ser la primera en ser informada del asunto y sin embargo a esas alturas no sabía nada de la expectante desgracia que estaba por ocurrir.  Hadasa prima hermana de Mardoqueo y a quien comúnmente se le conocía por el nombre de Ester había tenido la dicha de llegar a ser reina del imperio entre muchas candidatas, aunque eso le costara el mantener oculta su verdadera nacionalidad. Ester se encontraba dentro del palacio real cuando los sirvientes y eunucos vinieron a contarle que Mardoqueo estaba en la entrada del palacio con un semblante deplorable. Ella se angustió muchísimo al ver a su primo y mandó a su sirviente a la puerta del palacio con la intención de averiguar lo que le ocurría a Mardoqueo.
El angustiado judío sacó entre sus pertenencias una copia del decreto que Amán había redactado días antes y entregándoselo a Hatac, sirviente de Ester pidió que junto con este decreto le suplicara a la reina el interceder por su pueblo delante del rey Jerjes. Para Hadasa no sería tarea fácil el llegar ante la presencia de Jerjes. Hasta hoy en día se conoce la dureza de los decretos de Media y Persia los cuales eran inquebrantables incluso para el mismo rey. Para la reina, el problema de su pueblo era más que un decreto inquebrantable. Si intercedía por su linaje ella ponía su vida en riesgo, y si guardaba silencio los suyos morirían. Ester mandó el siguiente mensaje a Mardoqueo:
Todos los funcionarios del rey e incluso la gente de las provincias saben que cualquiera que se presenta ante el rey en el patio interior sin haber sido invitado está condenado a morir, a menos que el rey le extienda su cetro de oro. Y el rey no me ha llamado a su presencia en los últimos treinta días.

 

Hay momentos en la vida de toda persona que son cruciales para la toma de decisiones. Para Ester, fueron las palabras de su primo, duras pero asertivas las que la llevaron a actuar, no escatimando ni su propia vida. Una y otra vez las palabras de Mardoqueo redundaban en su mente:
No te creas que por estar en el palacio escaparás cuando todos los demás judíos seamos asesinados. Si te quedas callada en un momento como este, el alivio y la liberación para  los judíos surgirán de algún otro lado, pero tú y tus parientes morirán. ¿Quién sabe si no llegaste a ser reina precisamente para un momento como este?
Ester dio un respiro profundo. Con un matiz tranquilo llamó a Hatac para que le diese el siguiente mensaje a Mardoqueo: Ve y reúne a todos los judíos que están en Susa y hagan ayuno por mí. No coman ni beban durante tres días, ni de noche ni de día; mis doncellas y yo haremos lo mismo. Y entonces, aunque es contra la ley, yo entraré a ver al rey. Si tengo que morir, moriré.
Con el paso de los años he comprendido que Dios es soberano en todo lo que hace y que nunca comprenderemos por completo el propósito de su obra. Tampoco Dios esta obligado a explicarnos sus designios, así que como sus hijos descansamos en una verdad: Dios es bueno, todo lo que hace es bueno y sus propósitos son para bien. Cito esto por una razón, las palabras de Mardoqueo en el libro de Ester 4.13 me hicieron reflexionar mucho: ¿en qué lugar Dios me colocó, y con qué propósito?
En su soberanía Dios escogió a Ester para que esta encontrara gracia en los ojos de Jerjes para proclamarla reina del imperio. No lo hizo con el propósito de exaltar la belleza de Ester, sino porque en un futuro ella sería el instrumento de Dios para liberar a los judíos de la aflicción que Amán había provocado.
Secularmente Dios te ha colocado en un lugar y en un momento en específico. El trabajo que tú tienes en este momento también fue diseñado por Él y tal vez  no sea el mejor lugar del mundo, no es un palacio como el de Jerjes, y tu jefe dista mucho de llegar a ser un rey, pero una cosa es cierta: Dios eligió ese puesto para ti con el sueldo que ganas, y creo que es hora que dejemos de quejarnos por ello y comencemos a confiar en aquel que tiene el control de nuestra vida. En la historia de la creación solo hubo una persona que se quejó contra su jefe y este fue Satanás, no lo imites, pues tu Dios (y el mío) es luz y aunque en este momento las condiciones quizá no te favorezcan Dios no se equivocó al ponerte en ese lugar.
Lo  mismo ocurre con los distintos entornos donde andamos. Tu vecindario, tus vecinos, tu comunidad. ¿Te has preocupado de glorificar a Dios allí? A lo mejor tengas la misma frustración que tuve hace años de encontrar el “llamado de Dios” con la creencia que Dios me tenía que usar para cosas grandes y no sabiendo que las cosas pequeñas también importan de la misma manera o mayor. Si tu piensas lo contrario te invito a quitarte por completo la uña del dedo pequeño del pie. ¿Es insignificante no? Pero forma parte del cuerpo por minúscula que sea y tu cuerpo se resiente de dolor al no tenerla; de la misma manera Dios no mira miembros grandes o miembros débiles. Lo ve como un todo, como el cuerpo de Cristo.
Sin desviarnos del tema principal Ester tomó la decisión de interceder a favor de los judíos sin escatimar su propia vida. Si nos ponemos a analizar ese momento la reina pensó lo peor y se dispuso a actuar como si esto inevitablemente le ocurriría. ¿Hasta dónde estamos dispuestos tú y yo a llegar  para que Cristo sea glorificado? ¿Qué ocurriría si se levantara una persecución como la que sufren mis hermanos en países árabes o en la India o la China, donde son azotados, apedreados e incluso quemados? ¿Tuvieras el mismo valor de levantar tus manos a Cristo como lo haces hoy? Se que quizá sea redundante lo que voy a escribir, pero debemos vivir cada día como si fuese el último, y si vivimos para Cristo debemos glorificarle como si viniera esta misma noche.
Hay tantas cosas que tratar acerca del libro de Ester, que me parece increíble que poco faltó para que este libro no fuera incluido en el Canon Bíblico. Irónicamente también es uno de los menos estudiados de la Biblia. Mardoqueo, en el mensaje a Ester dijo algo muy cierto: Si te quedas callada en un momento como este, el alivio y la liberación para  los judíos surgirán de algún otro lado… Debemos entender que todos somos importantes en la obra de Dios, pero nadie es indispensable. Si un maestro decide alejarse y no enseñar más, aunque fuese el único maestro en la congregación Dios se encarga de levantar a otro para cumplir su propósito. La obra de Dios no cesa si tú dejas de asistir, tú no puedes detener a Dios, pero El si puede detenerte a ti.  Si tenemos cierto privilegio en el servicio debemos ser humildes y agradecer cada momento que es por la GRACIA de Dios que estamos en ese lugar y no por nuestros méritos propios.

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