No te afanes (Bellísima Historia)
"No me siento bien si no tengo dinero en mis bolsillos"... debo reconocer que esa frase me hizo reflexionar mucho, no en un conformismo, pues de sobra sabemos que el dinero es importante para sobrevivir, sino en la reacción de esa persona al encontrarse bajo una prueba económica.
El estilo de vida que experimentamos nos enseña que entre más tienes más feliz eres, dicha tendencia también está siendo aplicada en muchas iglesias con la famosa "Teología de la Prosperidad", falsa enseñanza con la que muchos son engañados. ¿Donde queda para estas personas aquella enseñanza de Filipenses 4.12?
Se vivir humildemente, y se tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así como para tener abundancia como para padecer necesidad
¿Fue Pablo un hombre infeliz por verse en necesidad en momentos de su vida? En lo absoluto. Cualquiera que fuera su condición sabía que el como persona todo lo podía en Cristo Jesús. Es una lástima que el afán afecte nuestro estado de ánimo en estos tiempos. Lo que me trae a memoria una ilustración que leí hace años en un libro de devocionarios:
Un padre y su hijo vivían en una de las muchas aldeas del Japón. Sus ingresos dependían de la venta de sus cultivos y para llegar al mercado de la ciudad debían hacer un viaje de unas tres horas en carreta, lo que implicaba levantarse muy temprano en la madrugada, enyugar sus bueyes, alistar la mercancía y llegar a rayar el alba al mercado.
Esa madrugada todo apuntaba que sería igual. El hijo fue el primero en levantarse, tan apresurado que estaba listo para salir en quince minutos; para el; "el tiempo era dinero", mientras más temprano llegasen al mercado, más rápido venderían sus verduras y más ingresos le brindarían seguridad.
El padre, un hombre muy anciano era todo lo contrario a su hijo. La vida le había mostrado que de nada aprovechaba afanarse por algo que no disfrutarías después de muerto, así que desde hacía años su patrón de conducta era distinto. Se limitaba a vivir el momento, a disfrutar cada minuto y agradecer cada día que vivía en la tierra. Mientras el hijo ansiaba ver sus hortalizas maduras el padre disfrutaba verlas crecer: "es un verdadero milagro" pensaba para sí mismo.
El inexperto joven tuvo que esperar alrededor de cuarenta y cinco minutos en la carreta hasta que por fin su padre salió de la choza. No bien se hubo acomodado el anciano en la parte delantera cuando su hijo, a toda prisa, dando un seco golpe con la vara ordenó a los bueyes iniciar la travesía. Su ansiedad se basaba en que otros vendedores le arruinarían el día; así que, haciendo sus cálculos; si avanzaban a toda prisa aún podría ser productivo.
Apenas veinticinco minutos de viaje recorridos bastaron para que el anciano padre ordenara a su prole que detuviera la carreta. El joven, honrando a su padre obedeció pero con la misma inquietud de preguntar ¿porque nos detenemos? Con dificultad el senil bajo de la carreta, y apoyándose en su bastón se agachó a recolectar un racimo de flores silvestres.
- La naturaleza nos da tantos regalos a diario hijo, ni los mejores perfumes del mundo tendrán la fragancia de estas delicadas flores...
No hubo tiempo de reflexionar en aquella frase. En los pensamientos del hijo únicamente estaba el mercado y el dinero. Los primeros rayos de sol se asomaban a través de las frías y boscosas montañas del Japón. El padre decidió descansar un momento lo que hizo bien a su hijo, quien divagando en sus ansiedades con afán lastimaba los lomos de sus bueyes para que estos agilizaran su viaje.
Transcurrieron unos cuarenta minutos cuando el anciano despertó admirado de tan hermoso paisaje. se encontraban ya en el camino real rumbo a la ciudad y lo único que escuchaban era el hermoso concierto de gorjeos de pájaros, todos de distintas especies como saludándolos en su camino.
Su hijo lamentó tanto que el sol saliera sin él poder llegar aún a su destino. Para aumentar su ansiedad el anciano le ordenó detener la carreta nuevamente al pasar por una pequeña aldea. Tomando el ramo de flores que recolectó hacía una hora atrás entró en una casa muy humilde pidiendo a su hijo que esperara fuera. La visita duro una hora más, la cual se consideraba perdida para este que, dando de punta pies a unas pequeñas rocas mostraba su descontento e impaciencia. Cuando por fin su padre subió a la carreta con el mayor respeto del mundo su hijo trató de hacerle ver que estaban demorados para llegar al mercado y que no tenían tiempo que perder
- Nunca es tarde para un amigo que se encuentra enfermo - dijo el anciano - ellos son el regalo más grande que Dios nos dio.
A toda prisa salieron de la pequeña aldea donde se encontraban. Ya no había mas poblados hasta llegar a la ciudad, así que esto descartaba la visita a otras amistades, una "pérdida de tiempo" para el joven. El sol se encontraba muy avanzado y comenzaba a calentar sus rostros. Al pasar por un riachuelo el anciano una vez más le ordenó a su hijo detenerse, lo que generó una pequeña discusión entre ambos con la promesa que sería la última parada en el camino.
Quitándose el calzado de sus pies y ordenando a su hijo hacer lo mismo ambos se introdujeron al riachuelo y se sentaron en unas piedras que se encontraban en medio. El agua era fresca y cristalina, tanto que invitaba a quedarse y disfrutar del momento. Para el joven la mañana se había perdido por completo, para el viejo se había aprovechado al máximo. No hubo más discusiones entre ambos por demoras y subiendo nuevamente a la carreta emprendieron su viaje.
Una fuerte luz y un sonido estruendoso interrumpió el quieto ambiente
- Parece que se nos avecina una tormenta - dijo el anciano
- Lo que nos faltaba...- rezongó el hijo para sí mismo
Subieron la última colina antes de llegar a la ciudad, eran alrededor de las ocho treinta de la mañana, muy tarde para el joven quien planeaba llegar antes del amanecer. Al llegar a la cima de la colina ambos se quedaron contemplando el paisaje en silencio. Ni el padre ni el hijo pronunciaron palabra alguna en un lapso de diez o quince minutos, parecía que cada quien divagaba en su mente reflexiones importantes. El hijo, con lágrimas en sus ojos, besando a su padre en la mejilla le agradeció tanto por su sabiduría y dando la vuelta comenzaron su regreso a casa, dejando atrás la gran ciudad de Hiroshima aquella mañana del 6 de agosto de 1945...
Preciosa reflexion, eso me recuerda un dia que orando le dije a Dios, Padre ya me canse de estar alquilando, devuelveme mi casa!, pago y pago y pago y esto jamas sera mio, devuelveme mi casa! y llorando estaba cuando Dios me dijo, las zorrillas del campo tienen su guarida, las aves del cielo tienen su nido, pero mi hijo, no tenia ni donde recostar su cabeza. Comprendi que el dinero en realidad no importa, ni los bienes materiales, Jesus no vino por eso, nuestra mayor riqueza esta en el cielo, Dios es nuestra heredad. Dios te bendiga amado hermano, preciosa reflexion.
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