Juan 1:24-51

Continuamos hoy estudiando el capítulo 1 del evangelio según San Juan. Y en nuestro blog anterior, comenzamos a considerar el testimonio de Juan el Bautista, con lo cual iniciamos la segunda parte de este capítulo 1, que constituye la introducción al evangelio según San Juan. Y hablábamos de que algunos sacerdotes y levitas, habían venido a donde Juan para preguntarle quién era él. Y vimos que él les contestó, que él no era el Cristo. Pero ellos insistieron en que les dijera quién era. No podían volver a quienes les habían enviado, simplemente con una serie de respuestas negativas. Así pues, Juan por fin se identificó. Les dijo que era una voz. Es que Cristo era el Verbo y Juan era la voz. Ahora, note usted el gran mensaje que pronunció Juan el Bautista. El dijo: "Enderezad el camino del Señor". Les estaba diciendo que se preparasen para la venida del Señor. Creemos que lo que Juan quería decir aquí, era que el reino de los cielos se había acercado. Es que, se acercó en la persona del Rey. Y por eso les dijo: "enderezad". Esto equivaldría a decirles que quitaran las cosas malas de sus vidas, que pusiesen sus vidas en orden. Cuando hacemos eso, estimado, entonces tenemos una relación de compañerismo y comunión con Dios. El mismo apóstol Juan en su primera carta universal, capítulo 1, versículos 6 y 7, dijo: "Si decimos que tenemos comunión con él, y andamos en tinieblas, mentimos, y no practicamos la verdad; pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado."

Y continuó el apóstol Juan, en su primera carta y enseñándonos en los versículos siguientes, en los versículos 8 y 9 de este mismo capítulo, que necesitamos limpiar nuestras vidas mediante la confesión. Dice Juan: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad."

Volviendo ahora al capítulo 1 del evangelio según San Juan, leímos que él estaba citando al profeta Isaías, en el versículo 23. Ahora en Isaías capítulo 40, y el versículo 3, dice: "Preparad un camino al Señor; nivelad una calzada en la estepa a nuestro Dios".

Continuamos ahora con los versículos 24 y 25 de este primer capítulo del evangelio según San Juan:

"Los que habían sido enviados eran de los fariseos. Y le preguntaron diciendo: ¿Por qué, pues, bautizas, si tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el Profeta?"

Ahora, le preguntaron sobre su procedimiento. Le dijeron, bueno, "Si no eres uno de éstos, entonces, ¿por qué bautizas?". El versículo 26, dice que Juan les respondió diciendo:

"Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis."

 

 

Hoy en día, llamamos a este hombre Juan el Bautista. Pero, la realidad es que él dijo que simplemente usaba agua; pero, añadió que había Uno que vendría después de él, y que éste bautizaría en fuego y en Espíritu Santo (Mateo 3:11). Ese era, pues, el bautismo de juicio que habría de venir sobre la tierra, mientras que el bautismo del Espíritu Santo, tendría lugar en el día de Pentecostés. Ahora, quizás Ud. se pregunte si en aquel día en que tuvo lugar este incidente Cristo no estaría allí entre la multitud mientras le hacían estas preguntas a Juan. Bueno, la verdad es que no lo sabemos, pero bien pudo haber estado presente. Leamos ahora el versículo 27.

"Este es el que viene después de mí, quien es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado."

Un siervo tenía que hacer toda tarea que le encargara su amo. Un discípulo, sin embargo, debía hacer toda tarea, menos aquella de desatar la correa del calzado al maestro. Esa era la regla de aquella época. Y Juan estaba diciendo que él era un siervo. Ni siquiera un discípulo. Era simplemente un siervo. Y ni siquiera se consideraba digno de ser ese siervo, aunque sin embargo, eso es lo que era. Leamos el versículo 28:

"Estas cosas sucedieron en Betábara, al otro lado del Jordán, donde Juan estaba bautizando."

En la introducción a este estudio, dirigimos nuestra atención al hecho de que Juan nos relaciona con la geografía y el calendario. Tenemos un lugar geográfico en este versículo 28. Y luego, observemos que el próximo versículo, el versículo 29, principia diciendo:"Al siguiente día". Es decir, que Juan estaba enseñando que Jesús, que vino desde la eternidad, el Verbo hecho carne, estaba relacionado con nuestro calendario aquí en la tierra y con nuestro horario. Leamos el versículo 29:

"Al siguiente día vio Juan a Jesús que venía a él, y dijo: ¡Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!"

Aquí, Juan le señaló. Él era el Salvador. No era tan sólo el Mesías, sino también el Salvador. Él es un gran Salvador porque es el Cordero de Dios. Es un Salvador perfecto, completo, porque quita el pecado. Es un Salvador Todopoderoso porque quita el pecado del mundo. Es un Salvador perpetuo porque "quita". El texto no dice que quitó ni que quitará, sino que "quita". Y se expresa en tiempo presente. Esto quiere decir que cualquiera puede llegar a Él en cualquier momento.

Encontramos aquí, el cumplimiento de la respuesta que Abraham le había dado su hijo Isaac hacía muchísimos años. Ante el altar del sacrificio, Isaac había dicho: ". . . Tenemos el fuego y la leña; pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?" ¿Recuerda que lo leímos en Génesis, capítulo 22, versículos 7 y 8? A lo cual Abraham respondió que Dios proveería. Juan nos dijo que Jesús era el Cordero de Dios; el Cordero provisto por Dios.

Y esto comprueba que al ofrecer aquellas primeras ofrendas a Dios, Caín había hecho lo malo y Abel había hecho lo bueno. Abel trajo un corderito. Todos los corderos que fueron sacrificados durante tantos siglos en los altares judíos, ahora hallaban su cumplimiento en Cristo. Y Juan le señaló diciendo: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo". Continuemos ahora, con los versículos 30 y 31:

"Éste es de quien yo dije: Después de mí viene un hombre que es antes de mí, porque era primero que yo. Y yo no lo conocía; pero por esto vine bautizando con agua: para que él fuera manifestado a Israel."

Juan estaba diciendo que Jesús era el que realmente bautizaba. Podríamos llamarle Jesús el Bautista. Él es quien bautizaría en Espíritu Santo y en fuego. El bautismo del Espíritu Santo fue cumplido en el día de Pentecostés, y el de fuego, se refiere al juicio que todavía ha de venir sobre esta tierra. Continuemos ahora con los versículos 32 al 36 de este primer capítulo del evangelio según San Juan. (Y a propósito, amado, espero que usted todavía continúe con nosotros, que tenga su Biblia abierta allí en el evangelio según San Juan, capítulo 1, para que siga con nosotros la lectura, de manera que usted también se familiarice con los pasajes que vamos considerando). Leamos los versículos 32 al 36, aquí en el capítulo 1 de San Juan:

"Además, Juan testificó, diciendo: Vi al Espíritu que descendía del cielo como paloma, y que permaneció sobre él. Yo no lo conocía; pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Sobre quien veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ese es el que bautiza con Espíritu Santo. Y yo lo he visto y testifico que éste es el Hijo de Dios. Al siguiente día estaba otra vez Juan, y con él dos de sus discípulos. Y mirando a Jesús que andaba por allí, dijo: ¡Éste es el Cordero de Dios!"

Desde mucho antes, Jesucristo ya era el Cordero de Dios que quitaba el pecado del mundo. Esto se refiere a la obra de Cristo. Ahora decía: "He aquí el Cordero de Dios." Es decir, Él es el Cordero en persona. Vemos que Juan bautizó a Jesús, y que Jesús fue identificado por el Espíritu Santo. De modo que al ver a Jesús caminando por allí, Juan dijo: "He aquí el Cordero de Dios". Continuemos ahora con los versículos 37 al 39, y veamos

El testimonio de Andrés

"Los dos discípulos lo oyeron hablar y siguieron a Jesús. Volviéndose Jesús y viendo que lo seguían, les dijo: ¿Qué buscáis? Ellos le dijeron: Rabí, que significa Maestro, ¿dónde vives? Les dijo: Venid y ved. Fueron y vieron dónde vivía, y se quedaron aquel día con él, porque era como la hora décima."

Hoy en día, Jesús le extiende a usted, estimado, la misma invitación. Él le les dijo: "Venid y ved," lo cual nos recuerda las palabras del Salmo 34:8, que dice: Gustad, y ved que es bueno el Señor. Y el apóstol Pedro, pareció completar la invitación "Venid y ved" cuando dijo en su primera carta, capítulo 2, versículo 3: ". . . ya que habéis gustado la benignidad del Señor". Volviendo ahora al capítulo 1 de San Juan, observe usted una vez más, cuán específicamente se relaciona esto con el tiempo. Dice la última parte del versículo 39: ". . . era como la hora décima." Es decir, que eran como las cuatro de la tarde.

Uno de estos dos que habían sido discípulos de Juan el Bautista, era Andrés, y lo primero que hizo fue buscar a su propio hermano Simón. Leamos los versículos 40 al 42, de este capítulo 1 de San Juan:

"Andrés, hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Aquel encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: Hemos encontrado al Mesías (que significa, Cristo). Y lo trajo a Jesús. Mirándolo Jesús, dijo: Tú eres Simón hijo de Jonás; tú serás llamado Cefas (es decir, Pedro)."

La distinción en el idioma castellano entre Pedro y "piedra" no refleja la fuerza del original arameo y griego, donde una misma palabra designa a la vez, la firmeza que caracteriza a la roca y el nuevo nombre. Este hombre Simón, era de carácter muy débil. Pero nuestro Señor le dijo que sería una roca. Y tal vez todo el mundo se rió allí en ese día, porque ninguno creía que Simón llegaría a ser el hombre fuerte que llegó a ser. ¿Quién habría creído que este hombre, se pondría en pie en el día de Pentecostés, para predicar ese poderoso primer sermón que sirvió para introducir a 3.000 personas en la iglesia? Este sermón puede leerse en Los Hechos 2:40-41. Continuemos con los versículos 43 y 44, de este capítulo primero de Juan. Que nos describen

El testimonio de Felipe

"Al siguiente día, Jesús quiso ir a Galilea; encontró a Felipe y le dijo: Sígueme. Felipe era de Betsaida, la ciudad de Andrés y Pedro."

Betsaida está en el mar de Galilea. Sabemos que Pedro, Andrés, y Felipe vivían allí, y que eran pescadores. Continuemos con los versículos 45 y 46.

"Felipe encontró a Natanael y le dijo: Hemos encontrado a aquel de quien escribieron Moisés, en la Ley, y también los Profetas: a Jesús hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo bueno? Respondió Felipe: Ven y ve."

El siguiente párrafo nos habla de

El testimonio de Natanael

Natanael es uno que presumía de ser sabio, y aquí, creyó decir una agudeza. ¿De Nazaret podía salir algo de bueno? Y tal vez se rió de su propia observación. Pero Felipe no se rió. Simplemente le dijo: "Ven y ve." Y eso en realidad es lo importante. Venir a Cristo para comprobar personalmente cómo es Él. Dice el versículo 47:

"Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: ¡Aquí está un verdadero israelita en quien no hay engaño!"

También podríamos decir que Jesús dijo: Aquí hay un israelita en quien no hay Jacob. Ya que el nombre de Jacob significaba "suplantador" o "engañador" en el hebreo. No había nada del carácter del viejo Jacob en este hombre; un Israelita en quien no había engaño. Continuemos ahora con los versículos 48 y 49:

"Le dijo Natanael: ¿De dónde me conoces? Jesús le respondió: Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi. Natanael exclamó: ¡Maestro, tú eres el Hijo de Dios! ¡Tú eres el Rey de Israel!"

El Señor Jesucristo tuvo dos discípulos que tuvieron muchas dudas. Uno, que las tuvo al principio de su discipulado, fue Natanael; y el otro, que las tuvo al final, fue Tomás. Este hombre, éste que dudaba, éste que se preguntaba si ¿algo de bueno podía salir de Nazaret?, confesó inmediatamente que Jesús era el Hijo de Dios, el Rey de Israel. Leamos ahora el versículo 50:

"Le contestó Jesús: ¿Crees porque te dije: Te vi debajo de la higuera? Cosas mayores que estas verás."

Natanael había confesado que el Señor Jesús era el Hijo de Dios y el Rey de Israel. Y eso revela que alguien de mucha importancia había salido de Nazaret. Pero el Señor más o menos le reprendió y le preguntó, que si era simplemente porque le dijo que le había visto debajo de la higuera, que había creído. Y Jesús le prometió que vería cosas mayores que esas. Y la verdad fue que Natanael vio cosas mucho mayores que éstas, en los tres años siguientes. Sin embargo, Jesús siguió contándole aún más. Leamos el versículo 51:

"Y agregó: De cierto, de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre."

Nuestro Señor había dicho a este hombre, "He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño". Y ahora, nuestro Señor continuó hablándoles y se refirió al incidente en la vida del patriarca Jacob, quien cuando era joven tuvo que salir huyendo de su hogar. Tuvo que abandonar su casa porque su hermano Esaú le buscaba para matarle. Pasó su primera noche fuera del hogar en Bet-el, y allí el Señor se le apareció, y vio una escalera que bajaba del Cielo. Por esa escalera los ángeles subían y descendían. El significado de la visión para Jacob era que Dios no había perdido contacto con él. Que Dios estaría siempre con él, aunque hubiera salido de su hogar. Jacob había creído que cuando salió de su hogar, había dejado a Dios allí. Por supuesto, él tenía una perspectiva limitada en cuanto a Dios. Pero en Bet-el, Jacob se dio cuenta que Dios estaría siempre con él.

Y nuestro Señor se refiere a aquel incidente, y dice que la escalera era Él mismo. Le dice: "ahora tú verás a los ángeles de Dios, subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre". Los ángeles estaban bajo la autoridad de Cristo y le servían. Aquí, se revela que Jesús estaba al cargo de los ángeles. Por tanto, les podía enviar como mensajeros del Cielo y también hacer que regresaran. Jesús, pues, le dice a Natanael que vería el cielo abierto y a los ángeles de Dios que subiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre. Vería hablar al Padre desde la parte superior de esa escalera, a Su Hijo que estaba abajo, diciendo: "Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia" (Mateo 3:17). La escalera es Cristo, y es sólo por esta escalera que usted y yo, estimado, podemos comunicarnos con Dios. El Señor Jesús dijo en el capítulo 14 de este evangelio de Juan, versículo 6: "Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí". Jesús es la escalera. No es una escalera por la cual uno tiene que subir. Sino una escalera en la cual uno confía. Es una escalera en la cual uno se apoya y en la cual uno cree.

Y así concluye nuestro estudio del capítulo 1 del evangelio según San Juan. Al seguir nuestro estudio en el próximo capítulo, el capítulo 2, comenzaremos con la siguiente división mayor del evangelio según San Juan. Los capítulos 2 hasta el 12, nos dan el testimonio de las obras y las Palabras de Cristo.

Pero, estimado, no olvide usted esta presentación de la persona y la obra de Cristo, revelada en aquel antiguo sueño al patriarca. Recordemos que Cristo es el único camino de acceso a Dios. El camino esta abierto, porque la persona invita constantemente a los seres humanos, y lo hace de una manera personal. Y éste es un asunto estrictamente privado, personal y de suma importancia, que establece su relación con Dios.

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