Lecciones de un Desierto (Parte I)
“La mucha fe no siempre es sinónimo de una fe firme” es la dura enseñanza que el profeta tuvo que aprender en carne viva. Desde Beerseba, el último lugar habitado al sur de Israel, y al verse proscrito de la reina Jezabel; Elías concibió un resentimiento vivo en contra de Dios por las desgracias que estaba viviendo. Dejó a su criado en la ciudad, y temiendo por su vida; tomó su manto y su vara adentrándose solo al desierto bajo el inclemente sol sin provisiones. Su deseo era morir, se sentía tan abandonado por Dios, tan inútil e incapaz y no podía concebir la idea que era el último de los profetas verdaderos del Dios Altísimo. Tenía razones para sentirse así. La reina Jezabel había matado uno por uno a los profetas del Dios viviente. Elías con un fuerte celo por el Creador convocó a ochocientos cincuenta profetas paganos y los retó para que el pueblo se diera cuenta de una vez por todas que el Dios que hiciese descender fuego del cielo y quemara el holocausto; era el Dios verda